sábado, 19 de diciembre de 2009

El filete se hizo patagónico, para quedarse

La puerta de una chatita con todo el muestrario de los ornatos que utiliza la compleja técnica del filete, con el desarrollo de la creatividad de un verdadero maestro como Víctor Hugo Davis
Ni el buzón se salva del filete. Una pieza histórica, propiedad del Correo Argentino en su sucursal Viedma, también pasó por el arte del fileteador.

En una de las salas del Centro Municipal de Cultura de Viedma se puede visitar, hasta fines de este mes de diciembre, la muestra del taller de filete porteño que conduce Víctor Hugo DAVIS. Este maestro, que es discípulo de los grandes fileteadores de Buenos Aires, está radicado entre nosotros desde hace algunos años y enseña aquí su arte singular. Por eso, en este blog sureño, podemos afirmar que ¡el filete se hizo patagónico!

martes, 8 de diciembre de 2009

El paso de los años en un rincón del viejo barrio del puerto de Carmen de Patagones

En la foto de arriba el viejo muelle del puerto de Patagones y la calle Roca (hoy J.J. Biedma) con su importante movimiento comercial y de cargas de todo tipo. (Año 1903, aproximadamente) Este imagen muestra en detalle el negocio de almacén de ramos generales de don Belisario Lavoratornuovo, representante de la cerveza Pilsen para toda la región. Abajo, a principios del año 2009, los trabajos de restauración para anexar esa construcción al Museo Histórico "Emma Nozzi".
La obra, financiada por el Banco de la Provincia de Buenos Aires, del cual depende el Museo de Patagones, permitió recuperar la fachada tal como era en el año 1905.
En tanto en el interior se realizaron importantes modificaciones para dotar al sitio de todas las comodidades necesarias para que funcionen salas de exposiciones, un café histórico y depósitos de reserva de la importante colección de la entidad. Para conocer más detalles de esa rica historia (una historia adentro de la historia) se puede consultar el sitio www.perfilesespinosa.blogspot.com



domingo, 22 de noviembre de 2009

Un encuentro de talentos, tres miradas profundas sobre nuestro sur

En la imagen aparecen, (izquierda a derecha), el poeta, cronista e historiador Ramón Minieri (vive en Río Colorado), la traductora de inglés Caroline Holder (argentina, radicada hace 36 años en Gran Bretaña) y el poeta, narrador, cuentista e historiador Elías Chucair (patriarca de las letras de Ingeniero Jacobacci).
El encuentro fue en los primeros días de noviembre cuando Caroline y Ramón realizaron el segundo viaje de reconocimiento de los territorios descriptos por la niña inglesa Mollie Robertson en su libro "The sand, the wind and the sierras. Days in Patagonia" (ver abajo, en este mismo blog).
Tres talentos, desde perspectivas diferentes, con miradas distintas y un mismo interés: los temas de la Patagonia. Un verdadero privilegio, el del autor de este blog, el haber sido testigo y protagonista de la reunión; en la intimidad de la biblioteca de don Elías, compartiendo un vermú en su cocina (con su esposa Elsa, también), en las mesas de cálidos restaurantes de Jacobacci donde el viento frío de aquellos días no tenía permitida la entrada. ¡Cuántos buenas historias de nuestro sur nos contó el amigo Elías!

sábado, 14 de noviembre de 2009

Caroline y Ramón estuvieron de visita en el cañadón de las pinturas

Caroline Holder y Ramón Minieri estuvieron de visita en el cañadón de las pinturas (ver abajo una somera descripción) con motivo del reconocimiento topográfico realizado, en los primeros días del mes de noviembre, de aquellos sitios mencionados por la inglesa Mollie Robertson en su libro "The sand, the wind and the sierras; days in the Patagonia" (La arena, el viento y las sierras; días en la Patagonia) que Caroline traduce al español.

Un descubrimiento: las pinturas del "cajón de Mairal" al oeste de Huanuluan

Al oeste de la estancia Huanuluan, a unos 60 kilometros de Ingeniero Jacobacci, en el sur rionegrino, se encuentra el sitio conocido como "el cajón de Mairal". Es una depresión del terreno mesetario, de unos 7/8 metros de profundidad sobre el borde del terreno (a 1.200 metros de altura sobre el nivel del mar) por donde se desliza un arroyo, que nace allí mismo al pie del roquedal en una vertiente natural. El lugar tiene una enorme belleza y conserva un tesoro pretérito de singular valor: pinturas rupestres con unos 2.200 años de antiguedad (según estimaciones comparativas con otros yacimientos arqueológico revelados) a las que se llega descendiendo por un sendero escarpado. El campo pertenece actualmente al "Negro" Díaz, en su establecimiento "Los Sauces", pero los pobladores más antiguos lo conocen como "lo de Mairal" que fue su propietario en los años 40; y antes aún, como "lo de Turconi" que era su ocupante en los años 20 del siglo pasado. El "cajón de Mairal" se encuentra al sudoeste de este mallín. Todo el paisaje de la zona es de una gran belleza y se puede visitar, previo contacto con la familia Díaz, que ofrece alternativas de eco turismo rural, con una cabaña confortable con capacidad para 4 personas y la posibilidad de disfrutar de exquisiteces caseras como chorizos, jamón de ciervo y dulces.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Tras las huellas de Mollie por Huanuluan

Caroline Holder (en la foto, a través de la rueda) volvió al país. Es argentina de nacimiento pero hace más de 36 años que vive en Inglaterra, en donde se radicó en 1973 para estudiar el idioma sajón en profundidad. Allá, en el 2006, descubrió el libro con las memorias de una niña inglesa, Mollie Robertson, que pasó algunos años de su infancia, entre 1919 y 1922, en las estancias de Talcahuala (cerca de Sierra Colorada, Río Negro) y Huanuluán (entre Ingeniero Jacobacci y Clemente Onelli, también en la meseta sureña rionegrina) donde su padre fue mayordomo y administrador. La traducción de "The sand, the wind and the sierras" (La arena, el viento y las sierras) comprometió a Caroline en el estudio a fondo de los temas de la Patagonia. Se puso en contacto con el historiador Ramón Minieri (autor de "Ese ajeno sur", una obra de análisis de las estancias británicas y su estructura de coloniaje) y quiso conocer en directo el escenario de las aventuras infantiles de Mollie. Por eso vino en el otoño del 2008 y volvió en esta ventosa y fría primavera del 2009. Para seguir tras las huellas de aquella niña, para bucear en su historia y recortar su figura en el paisaje de árida soledad. La acompañaban Ramón Minieri, analista de la historia; y el autor de este blog, un simple cronista.
Caroline disfrutó el contacto con cada rincón de la estancia Huanuluan, que ya no es un paraíso de producción como lo fue hace 90 años, pero todavía ofrece vestigios de su antiguo esplendor . Junto con Bibiana Buzzi, directora del Instituto Técnico Superior de Turismo de Jacobacci, y algunas de sus profesoras, se recorrieron algunos sectores tan importantes como el viejo galpón de la esquila. Este sitio, en donde la niña Mollie correteaba entre los fardos de lana, fue el corazón productivo de Huanuluán. Hoy todo es silencio y quietud, sólo alterados por el zumbido del viento sobre el techo de chapa. Don Juan Chuburu, ocupante de una parte de las instalaciones de Huanuluan, mostró a Caroline y Ramón el interior de la casa principal de la estancia. Allí vivió Mollie con sus padres. Una de sus habitaciones era el dormitorio en donde la pequeña inglesa cobijaba a sus mascotas (varios perros, una cabra, algunos guanacos, caballos y gatos) y las protegía del frío ¡metidas entre sus cobijas!


En la punta opuesta de Huanuluán se visitó el "cajón de Mairal" que pertenecia al estabelcimiento de Turconi y hoy es "Los Sauces" del Negro Díaz (en la foto) y sorprende con su paisaje escarpado.




domingo, 2 de agosto de 2009

En Bahía Blanca, un lugar interesante para mirar y disfrutar: el Histórico Café Museo

En la esquina de Avenida Colón e Italia, en el ingreso a la zona céntrica de Bahía Blanca se encuentra el singular Histórico Café Museo, atendido personalmente por su propietario, Juan Carlos Duralde.

Es un sitio ideal para la charla y el café, pero además de toda la calidez propia de un café es, realmente, un museo histórico con objetos de diversas épocas, mezclados en una especie de cambalache discepoliano, que lo hace muy atractivo y divertido.
El consejo es, sencillamente: si van por Bahía Blanca no dejen de visitar el Histórico Café Museo



sábado, 18 de julio de 2009

Los puentes de la comarca de Patagones y Viedma recubiertos por la niebla

Como un fantasma de colosal esqueleto de hierros el puente viejo emerge de las brumas, para imponer su presencia servicial, testigo de los tiempos.
El pórtico norte de la monumental estructura se abre como si fuese la boca de un túnel, tal vez un misterioso pasadizo entre épocas distintas.


Entre Carmen de Patagones y Viedma, en las respectivas márgenes del caudaloso río Negro, cruzan por arriba de las aguas dos importantes puentes. El ferrocarretero, inaugurado en diciembre de 1931, que sigue sorprendiendo a los viajeros por su tamaño y belleza de líneas; y el viaducto de la ruta nacional 3, habilitado en octubre de 1981. El ojo de Francisco Espinosa Chaina, puesto en la lente de una cámara Panasonic Lumix DMC FZ30, captó estas bellas y sugestivas imágenes en la bruma matutina de un día de julio.

Un largo brazo de hormigón se extiende entre las dos riberas del río Negro, perforando la niebla que oculta el paisaje del portal de la Patagonia Norte.





lunes, 6 de julio de 2009

Francisco Pronsato, un hombre que pensó en la Patagonia como "la proa del mundo"

Domingo Pronsato siguió su una intensa tarea, aún en sus años mayores Un busto recuerda su memoria sobre la calle Dorrego,
al costado del teatro Municipal de Bahía Blanca

Alberto Freinquel y Ana Luisa Dozo, director y guionista del filme


Domingo Pronsato (1881-1971) era bahiense, doctor en física e ingeniero especializado en electricidad con títulos logrados en Italia en 1906. Pero fue, sobre todas las cosas, un soñador de grandes obras, como el Ferrocarril Trasandino con alcance al puerto chileno de Talcahuano, Chile; y el acueducto entre Huelches y Bahía Blanca, para abastecer a esa ciudad con aguas del río Colorado.

La figura de Pronsato fue muy reconocida entre los años 40 y 60 de la centuria pasada, sobre todo por una serie de publicaciones que tuvieron, en su ciudad natal, una importante difusión a través del diario ‘La Nueva Provincia’ que lo distinguía permanentemente, por su adhesión al modelo hegemónico sobre el sur argentino, que el centenario matutino mantiene como una de sus columnas editoriales.
Una entidad de gran predicamento en la ciudad bonaerense, como la Corporación del Comercio e Industria, le rindió reciente homenaje con la imposición de su nombre a la sala de directorio, y las referencias sobre su vida ocuparon fugaz espacio en la prensa de la zona.
En la geografía urbana bahiense su recuerdo se encuentra en una despintada referencia histórica en la esquina de las calles Belgrano y Dorrego, que indica que allí se encuentra la casa en donde vivió; un busto sin placa que lo identifique, en la vereda de la misma calle Dorrego, al costado del teatro Municipal; un monumento en el cementerio bahiense, cercano al panteón familiar, en donde también es notorio el abandono; y una arteria en la periferia, de tan solo 8 cuadras de extensión.
En un barrio de Bahía Blanca, Villa Hardeen Green, la biblioteca popular tiene su nombre; un reconocimiento apropiado porque aquel físico e ingeniero fue un apasionado amante de los libros.
Con "P" de Patagonia
El nombre de Domingo Pronsato se vinculó con fuerza a la Patagonia, por su intenso conocimiento de buena parte de su territorio norte, en las recorridas efectuadas entre 1916 y 1930 tras las huellas de Bailey Willis y Ezequiel Ramos Mexía, cuando el trazado del ferrocarril entre San Antonio Oeste y Bariloche avanzaba con muchas dificultades. Uno de sus libros, de 1947, lo tituló con inspirado sentido poético como “Patagonia proa del mundo” y otro, casi en el ocaso de su vida, en 1970, se llama “El desafio de la Patagonia”; en el ínterin propuso el Trasandino del Sur y hasta organizó, con sede en Bahía Blanca, un Congreso Trasandino en el que intentó dar amplio impulso a su proyecto, sin resultado valioso, por cierto.
Fue copartícipe de la formulación de la región llamada Comahue, en los años 60, y por ello mismo le dedicó uno de los más ricos capítulos de “El desafío de la Patagonia”, defendió a ultranza al puerto bahiense, difundió la colosal obra de la dupla Bailey Willis-Ramos Mexía que ya mencionamos, y también puso de relieve las hazañas del ilustre maragato Piedra Buena.
Hay en su pensamiento una sólida unidad conceptual, que acompañó con gestos, y escritos abundantes, la mayor parte de ellos elaborados de memoria y al dictado (con la ayuda de una fiel secretaria) pues los últimos 20 años de su vida los transitó en absoluta ceguera.
¿Las ideas de Pronsato quedaron en el olvido por la sencilla razón de que son antiguas, y fueron superadas por otros modelos mejores? Para responder esta pregunta es conveniente hacer, en forma previa, una serie de reflexiones.
Pronsato fue formado intelectualmente en el marco de las ideas del progreso material anclado en la concentración de la riqueza en manos de unos pocos, en el modelo agro exportador de la Generación del 80 donde el derrame de los beneficios sólo alcanzaba a la clase gerencial. Pero, ya en la década del 40 efectuó una paulatina conversión, con un acercamiento al modelo estatista de los primeros tiempos del peronismo; y una clara afinidad con el desarrollismo frondicista de fines de los 50. Pero, sin embargo, los hombres de ideas fundacionales para el desarrollo patagónico en la etapa de provincialización de sus territorios, como el rionegrino Edgardo Castello, poco tuvieron en cuenta sus aportes.
Este cronista, que muchas veces escuchó mencionar a Pronsato entre amigos inquietos acerca de los grandes temas patagónicos, también ha recogido reparos hacia su persona, tales como “sus diagnósticos eran buenos, pero su único sueño era mantener el poder de Bahía Blanca sobre toda la Patagonia, sin abrir el juego al crecimiento de otros puntos de la región”.
Esto es cierto, cabalmente, y el propio Domingo Pronsato en una parte de su obra “El Desafío de la Patagonia” sostenía que la ciudad de Bahía Blanca tiene afinidad con la Patagonia por el sustrato geológico y puntualizaba “…de allí nace la tendencia natural de los bahienses, de sentirse parte integrante del destino de la Patagonia y comprometidos a colaborar en su crecimiento, y de lo cual el autor fue siempre un ardiente partidario”.
“Por otra parte Bahía Blanca no se presenta para los pobladores del sur como un centro absorbente, sino por el contrario, es un centro radiante de cultura y de actividad comercial e industrial. (…) Hace falta que los patagónicos, no bahienses, así lo entiendan y sepan utilizar para sus intereses concretos la estructura de la gran ciudad de Bahía Blanca, que indudablemente promete un extraordinario porvenir”, añadía en la página 102 del libro citado. ¡Una absoluta confesión, honesta y directa!
Tras estas consideraciones se puede afirmar que las ideas de Pronsato han sufrido el paso del tiempo y una serie de situaciones que cambiaron el escenario económico, político y social del país y la Patagonia. Pero, aún así, no se las tiene en cuenta ni siquiera como antecedente histórico, por esa contumaz costumbre de la dirigencia argentina de ignorar la documentación pre existente, no consultar en los archivos ni bucear en las bibliotecas.
Pronsato en el documento fílmico
Afortunadamente, el ideario y las alternativas muy variadas de la vida de Domingo Pronsato se pueden conocer ahora, casi 38 años después de su muerte acaecida el 5 de noviembre de 1971.
La biografía del agudo observador, aplicado ingeniero y, también, talentoso pintor, ha sido llevada al video documental por Alberto Freinquel, experimentado y reconocido cineasta radicado hace muchos años en Bahía Blanca; con acertado guión de la historiadora Ana Luisa Dozo. La película, un testimonio construido sobre la base de un imaginario relato auto referencial del protagonista, fue titulada “Pronsato, el desafío de la Patagonia”. Contiene, en sus 67 minutos de duración, bellas imágenes alusivas a los sueños de Pronsato, con locaciones en muchos de los sitios por donde transitó aquel ávido investigador, desde su infancia en una vieja posta, hasta sus años ancianos en la casona de Dorrego 204, en Bahía. Freinquel, prolijo y metódico en el tratamiento de la imagen, cuidadoso en el manejo de la abundante información disponible, seleccionó con rigor y responsabilidad los aspectos más notables de la compleja personalidad del biografiado.
Testimonio del realizador
Este cronista asistió, en el auditorio de la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca, a una proyección del filme y dialogó con Freinquel. Lo que sigue son algunos fragmentos de su testimonio, sobre Pronsato, su ocasional trato personal con él y el rescate de notable material de archivo usado en la realización de la película.
“Cuando llegué a Bahía Blanca en 1966 vivía a dos cuadras de la casa de Pronsato y cuando iba para el canal 7 (en donde era camarógrafo del noticiero, con su cámara Bolex de 16 milímetros, blanco y negro) pasaba todos los días por la esquina de Belgrano y Dorrego, y una mañana me llamó la atención verlo, con su boina y su ponchito, parado como mirando el horizonte. Lo saludé, sin darme cuenta que ya estaba ciego, y seguí para el canal; allí comenté mi encuentro y un compañero me advirtió que se trataba de un patriota bahiense, pero me dijo: ahora todos lo esquivan, porque lo consideran un pesado. Pasó el tiempo y en julio de 1971 Eduardo Cenci, que era cronista del informativo, me dijo: hoy cumple 90 años Pronsato, y me propuso que fuéramos a filmarlo, porque con el tiempo la gente de Bahía Blanca lo iba a considerar un prócer.
Fuimos, en efecto, y lo pude filmar junto a su esposa Elisa, al lado del hogar, soplando la vela de una torta. Yo me fui del canal en 1980 y supe que, con el transcurrir de los años, el archivo de esas filmaciones se había ido perdiendo, con la mudanza de lugar y otras cuestiones. Cuando arranqué con el proyecto de esta película me acordé de esa filmación y fui a ver si la encontraba. Quedaban unas 3.500 latas, con diez minutos de filmación cada una, del total de 7.000 que se habían guardado. Me dije: voy a abrir 100 latas, para ver si tengo suerte, y en la lata número 80 encontré el rollito de aquella filmación del cumpleaños de Pronsato. ¡Ese material me estaba esperando, después de más de más de 37 años!”.
“Después, contándole esta anécdota a una persona relacionada con la Asociación Artistas Plásticos del Sur, me enteré que esa entidad conservaba una filmación de Pronsato en aquel formato reducido familiar de 8 milímetros, en colores. Llevé los dos fragmentos a un telecine de Buenos Aires y los pude integrar a la historia, ya digitalizados. También le sumé fotos que se habían guardado en una serie de baúles, con una impresionante calidad de conservación. Como si todo hubiese quedado inmóvil en el tiempo, tuve mucha suerte y se dieron circunstancias mágicas en la realización de esta película”.
Con esa humildad que caracteriza a los realizadores tenaces y laboriosos Freinquel le adjudica a circunstancias fortuitas lo que es, en realidad, la consecuencia de su dedicación intensa al rescate de los notables perfiles de Domingo Pronsato. Una figura emblemática, un hombre que pensó la Patagonia y debe ser conocido.

lunes, 29 de junio de 2009

Un cometa y el planeta venus, en el cielo de Patagones hace 127 años

El célebre astrónomo francés Perrotín vino especialmente a Patagones
La tranquila aldea que era Carmen de Patagones en 1882 se alteró con aquellos fenómenos astronómicos que pudieron observarse, con claridad, en sus cielos, en los meses de septiembre y diciembre de aquel año.

El escribano Francisco Pita, nacido en Carmen de Patagones Justificar a ambos ladosen 1870, dejó para la posteridad su libro “Remembranzas”, con una serie de maravillosas crónicas sobre sucesos de la vida cotidiana en esta población en los últimos años del siglo 19 y comienzos de la centuria siguiente.

De esa obra se rescataron tres artículos sumamente interesantes. Los tres se relacionan, porque en el primero se describen con lujo detalles dos “fenómenos celestes” ocurridos en 1882: la visión de un cometa; en el segundo se relata el paso del planeta Venus por el disco solar (o sea la superposición de esta esfera entre la Tierra y el sol) que fueron perfectamente visibles en Carmen de Patagones; y en el tercero se destaca la función del telégrafo, como avanzado medio de comunicación de la época.
Debe tenerse en cuenta que la observación astronómica estaba de moda en esas décadas del siglo 19 y la gente se inclinaba a creer que esos acontecimientos en el Universo podían tener consecuencias sobre la corteza terrestre. Vayamos al texto de Pita, de impecable estilo.
El cometa
“Un fenómeno celeste de una rareza y magnitud extraordinaria se presentó a la vista de nuestra lejana aldea en 1882. En el cielo límpido de Patagones, con claridad y grandiosidad que me será difícil narrar como lo desearía y corresponde, apareció ese astro inmensamente grande y luminoso, de un color rojizo, sobre el histórico Cerro de la Caballada, se veía tan bajo que parecería al alcance de la mano, según la mente de los niños, que observábamos atónitos y mudos el fenómeno, que invitaba a reflexionar sobre la grandiosidad y el misterio de la creación. Tenía el gran cometa un largo aparente de cien metros por unos diez de ancho en la cola y uno en la cabeza redonda y con una luminosa estrella que hacía de ojo de ese monstruo que tenía la forma de un enorme pescado. Salía después de la media noche y se podía observar en todo su esplendor a las dos de la mañana. A esa hora nos hacían levantar de la cama y salir al medio de la calle para verlo. Supongo que no quedó un solo vecino que no se haya incomodado alguna noche para ver esa maravilla que nos fue dado observar a nuestra generación y que no se ha repetido en forma análoga ni se repetirá tal vez hasta la vuelta del mismo cometa en su incesante recorrida por su órbita. ¡Qué espectáculo tan maravilloso! “
Este cronista averiguó por Internet y pudo saber que este cometa fue llamado “el Gran Cometa de Septiembre” o Gould II por el apellido del astrónomo Benjamín Gould, director del Observatorio Nacional, que lo descubrió en los primeros días de septiembre de aquel año 1882. Fue muy visible hasta el mes de octubre, pero hubo registros de observación tenue hasta mediados de 1883. Llama la atención la ingenuidad de Pita al establecer las “medidas” del astro.
Venus en el sol
El paso de Venus por la esfera solar fue un acontecimiento de marcado interés internacional, monitoreado desde Francia, que era en aquellos años el país con mayores adelantos en materia astronómica. Pero, además, la expectativa y los preparativos para su observación en el ámbito de la provincia de Buenos Aires (sitio del mundo privilegiado en ese sentido) dio lugar a la creación del Observatorio Astronómico de La Plata, que aún hoy, 127 años más tarde es de los más importantes de la Argentina.
Una publicación contemporánea del observatorio platense recuerda que “los franceses organizaron diez misiones: una misión a la isla de Haití (a cargo del científico Callandreu), una a México (Bouquet de la Grye), una a la Martinica (Tisserand, Bigourdan, Puiseaux), una a Florida (coronel Perrier), una a Santa Cruz de la Patagonia (capitán de Fragata Fleuriais), una a Chile (teniente de navío de Bernardières), una a Chubut (Hatt), una en Río Negro (Perrotin, director del observatorio de Niza), una a Cabo de Hornos (teniente de navío Courcelle-Seneuil) y finalmente una a Bragado (teniente de navío Perrin)”.
Ese lugar de Río Negro (sobre la costa del curso fluvial, no en el territorio nacional que lleva su nombre) fue más exactamente Patagones; y el astrónomo Joseph Perrotin era una de las máximas autoridades mundiales de los estudios del cielo.
Lo que sigue es el capítulo de Francisco Pita en su libro.
“En el mismo año 1882 ocurrió el paso del planeta Venus por el disco solar. Patagones fue uno de los puntos privilegiados del globo, desde donde pudo observarse mejor, y allá fue una comisión de sabios franceses del Observatorio Astronómico de Paris, presidida por Mr. Perrotin, con telescopio y demás aparatos.
Estableció su observatorio en campo raso, al oeste de la actual chacra Experimental hasta donde se construyó un ramal de línea telegráfica que lo comunicaba con la oficina del pueblo y a su vez, directamente, con el observatorio nacional de Córdoba. Felizmente había entre el personal de telegrafistas uno que hablaba francés, don Francisco Gernel, y a él se le encargó de la oficina del observatorio, la que permaneció allí por espacio de quince o más días.
El día del paso del planeta amaneció nublado y así siguió toda la mañana hasta pasadas las once y media, pero minutos antes de las doce, que era la hora matemáticamente fijada, se despejó el cielo con gran contento de los astrónomos y de toda la población, que así lo pudieron observar en todo su esplendor, los primeros con sus grandes aparatos y los vecinos con vidrios ahumados.
Pasó Venus majestuosamente por el disco solar en pocos minutos, produciendo la sensación de parecer una pelota de goma, negra y del tamaño de una naranja, pasando frente al disco de un tambor de banda de música. No se hablaba de otra cosa en aquellos días, en la calle, en los hogares y en la Escuela, donde lo acosábamos a nuestro maestro don Luis De Marco a preguntas sobre ese asunto, y él se complacía explicándonos cuanto sabía de tan interesante materia.
Mucha gente tenía una idea errónea sobre ese asunto, pues confundía a Venus con el cometa, lo que hizo exclamar a una señora, en la noche del casamiento de una conocida señorita, dirigiéndose al esposo, después de la consagración: ¡usted se lleva a la niña más hermosa del pueblo, pues Fulanita es la estrella de Venus que sale en la punta del cometa!”
Pita no precisó las fechas, pero de la consulta de otros documentos se pudo establecer que el día 6 de diciembre de 1882 fue cuando se logró la más perfecta observación.
La importancia del telégrafo
Hace 127 años no había teléfonos, ni radios, pero el telégrafo lograba la transmisión veloz de informaciones de todo tipo, a través del código morse (puntos y rayas convertidos en sonidos). De allí la importancia del avance de la línea telegráfica, sobre lo que también Pita escribió en detalle. Veamos.
“La primera línea telegráfica fue militar, construida en 1881 por orden del ministerio de Guerra y Marina, por el mayor de Ingenieros, señor Buratovich, se hizo para servir principalmente la línea de fortines que se establecieron entre Patagones, Roca y Paso de los Indios. La línea que nos unió con Bahía Blanca y Buenos Aires llegó a Patagones en 1882. La oficina se estableció en el Fuerte, sobre la calle 7 de Marzo y su primer jefe fue el teniente Linares (…) Todos los telegrafistas de esa línea, según fuera su categoría, era el grado militar al que estaban asimilados: alférez, teniente, capitán (o ayudante). Vestían el uniforme y galones correspondientes y tenían todos los deberes y derechos que los oficiales de línea.
En 1883 se nacionalizó esa línea y se dio a optar a los telegrafistas, entre pasar al Ejército con su grado o quedar como empleado civil. Los que optaron por seguir en las filas la carrera militar llegaron a ser jefes de alta graduación, como los Vallejo, Urtubey, Linares y muchos otros.
El establecimiento de ese servicio fue otra novedad en la aldea, no sólo por el importante adelanto que representaba, sino porque con ese motivo llegó allí un numeroso contingente de empleados de toda categoría y para toda la línea con un jefe superior que estableció su oficina en Patagones. Parecería que se hubiera elegido a propósito a los jóvenes más alegres, chistosos y bromistas de esta Capital para darles esos empleos, pues eran la ‘pierna de Judas’ como dijera una señora! No dejaban ‘títere con cabeza’, motivándoles continuas reprimendas y arrestos. ¡querían tomar la humilde aldea como país conquistado! Hasta que se acostumbraron al ambiente o se marcharon.
Esta sería una de las razones que tuvo en vista el jefe superior mencionado, inspector de sección don Carlos Almaestre, con asiento en Patagones, porque en aquella época ese punto tenía mayor categoría que hoy, desde que era cabecera de distrito, al formar un cuerpo de telegrafistas con hijos de Patagones ‘para que no me pidan licencia para bajar a Buenos Aires’ decía, y con ellos fue reemplazando a los que regresaban a su punto de procedencia.
Los primeros telegrafistas hijos de ese pueblo fueron Tomás Cueto, Federico Rial, Nicanor Pita, Miguel Pita y Julián Aguirre. Aquel grupo bullanguero habitaba una casita en el barrio de los morenos, cerca de doña Concepción Moreyra y aquella era una nueva Troya!... según cuenta la tradición, pues “si dijeran, lector/ que yo comento/ como me lo contaron/ te lo cuento”
Varios años después ingresé yo, que aprendí el telégrafo a los tres meses y el jefe señor Kennedy me encargó de enseñarle a los demás aspirantes que lo fueron: José Ramón Sánchez, Gavino J. Ibáñez, Juan Ibáñez, Arturo Fourmantín, Bartola Pietrapiana, Sergio León y José Prado, quienes engrosaron sucesivamente el grupo de telegrafistas de la línea con Antonio y Julián Echegoy, en Viedma; Basilio Guerrero en Pringles, y Agustín Guardiola y Víctor Guerrero en Conesa”.
¡Gente importante aquellos telegrafistas, jovencitos mimados por la sociedad, por el manejo de la tecnología de avanzada, antecesores de los actuales genios de la informática, tan admirados y bien pagos!


martes, 26 de mayo de 2009

Río Colorado, portal de la Patagonia

El puente viejo, entre las localidades de Río Colorado (Río Negro) y La Adela (La Pampa) se inauguró el 25 de mayo de 1909 y acaba de cumplir 100 años.
La estructura de hierro no oculta el deterioro por el inclemente paso de los años, pero el río sigue su marcha caudalosa e indiferente.

Un cartel, el emblemático nombre de un viejo y abandonado almacén de ramos generales; paradigmas del proceso de despoblamiento de Buena Parada, antigua población sobre el río Colorado.
Una rápida visita a la localidad de Río Colorado permitió tomar conocimiento de la historia del puente, hoy cerrado al tránsito para permitir su reparación; y una recorrida por las chacras de la Colonia Juliá y Echaren, con una pausa de nostalgias en Buena Parada; previo paso por la estación ferroviaria hoy convertida en centro cultural.
Un grupo de jóvenes investigadores, encabezado y orientado por el profesor Diego Zurueta, conformó la Asociación por la Historia Viva, para el rescate de los testimonios de viejos pobladores.
El portal norte de la Patagonia se muestra en la plenitud de la paleta de los colores del otoño e invita a visitarlo. Un descanso para tomar un café en la confitería Aruba (anacrónico nombre para un sorprendente bar-museo al mejor estilo San Telmo de Buenos Aires) se impone en la mansa mañana de esta población rural rionegrina.
(Las fotos que ilustran esta postal fueron tomadas por el poeta Silvio Tejada)

domingo, 29 de marzo de 2009

Mollie, Caroline y Ramón, en las viejas estancias inglesas en la Patagonia





Esta crónica tiene tres protagonistas, dos mujeres y un varón. Hay un invisible hilo que los une. Comparten de alguna manera el mismo interés sobre el territorio patagónico, con tiempos y visiones diferentes. Mollie, Caroline y Ramón son los actores de la historia que hoy presentamos.


Mollie Robertson fue una inglesa que transcurrió años de su infancia en estancias de Río Negro (cuando eran de capitales británicos) y después, ya mujer grande, escribió un delicioso libro con sus recuerdos. Carolina Holder es argentina, pero hace más de 35 años vive en Gran Bretaña , donde no hace mucho descubrió esa obra, comenzó a traducirla al español y, un tiempo después, decidió venir a la región, para recorrer los escenarios originales. Ramón Minieri es profesor de historia y escritor, radicado en Río Colorado, especializado en la historia de las estancias inglesas en la Patagonia (autor, precisamente, de “Ese ajeno sur”, obra imprescindible sobre ese tópico), que entró en contacto vía Internet con Caroline y se ofreció como su cicerone.
Aquellos recuerdos
Mollie Robertson ya tenía 55 años cuando publicó su libro “The sand, the wind and the sierras, days in Patagonia” (“La arena, el viento y las sierras, días en la Patagonia”) con las remembranzas infantiles de los años 1917 a 1924, tiempos en que vivió en las estancias Talcahuala (cerca de Sierra Colorada) y Huanuluán (entre Ingeniero Jacobacci y Clemente Onelli, segunda foto desde arriba) donde su padre, Jack Hobson, fue mayordomo y administrador.
En este fragmento que se reproduce, por gentileza de la revista “El camarote”, la escritora describe con lujo de detalles el almacén para el personal en la estancia Huanuluán.
“Durante muchos años el almacén había quedado muy abandonado y deslucido: anexado al casco, era un edificio destartalado con techo de chapa y muchas corrientes de aire, su polvoriento interior lleno de telarañas, los estantes apilados por una mezcolanza de mercadería añeja de la era victoriana. Entre otros artículos totalmente inapropiados se encontraba una serie de figuritas de porcelana, pastoras con perritos necios en los brazos; estuches de manicura de peluche y redecillas para el cabello descoloridas, entrelazadas con manchadas cintas rosas. (…) Atrás del mostrador largo y rústico había bolsas amontonadas de maíz y lentejas, y cajones forrados de cinc llenos de azúcar y harina. Detrás de ellos, apoyados unos contra otros como borrachos, estaban los costales de cuero de potro donde se guardaban el arroz, la polenta y la yerba. (…) Había pilas de galleta dura como el cemento desparramadas por el suelo polvoriento en la parte trasera del almacén. Estas constituían la ración de pan, y eran repartidas entre los peones en bolsas de arpillera, una por mes por familia. Eran tan duras que se tenían que quebrar con una piedra grande antes de comerlas. La costumbre era remojar la galleta en café caliente, lo cual al menos la ablandaba lo suficiente como para poder comerla. Mi padre opinaba que si se pudieran disparar con un cañón serían proyectiles formidables”
El descubrimiento
Caroline Holder (foto superior) ya tenía 32 años de residencia en el Reino Unido (52 de vida) cuando aburrida por su trabajo administrativo en una empresa mayorista de semillas, buscando nuevas emociones, se asoció a una red por Internet de venta de toda clase de cosas y al poner en el buscador el nombre de su país natal, Argentina, se encontró con la obra de Mollie Robertson.
Caroline cuenta ahora, casi 4 años más tarde, que “cuando llegué hasta la última página cerré el libro y me quedé pensando por mucho tiempo. Sabía que me había afectado profundamente, y traté de analizarlo”.
Fue a partir de ese momento que Caroline empezó a investigar todo lo que estaba al alcance de su mano, sobre Mollie, las estancias inglesas de aquella época y la Patagonia. Con pasión, echando mano a todos sus conocimientos de una lengua materna un tanto en desuso se comprometió con una tarea excitante: la traducción al español de las memorias de aquella inglesa. Esa misma pasión la impulsó a estudiar todo cuando pudiese encontrar sobre historia, características sociales y paisajes de la Patagonia, y así se conectó, vía Internet, con un argentino que pasó algunos años de su vida en Maquinchao y ahora vive en Nepal, allá por la India. Este argentino- hindú, que se llama Marcelo Sánchez, asistió en Buenos Aires en 2007 a la feria del Libro en Buenos Aires y trabó relación Ramón Minieri, cuando presentaba “Ese ajeno sur”.
Muy poco tiempo después Caroline tuvo un ejemplar de la obra, allá en la muy británica ciudad de Bristol, donde vive. Comenzó sus correos electrónicos con Ramón y, tal como se contó al principio, realizó lo que ella llama “la gira Hobson” con el acompañamiento del historiador.“La traducción la terminaré aproximadamente en unos cuatro meses, porque trabajo en un hospital hasta las 6 de la tarde todos los días, así que lo hago un rato en casa por las noches y los fines de semana. Pero después me queda por indagar un poco más. Existen agujeros bastante grandes en la historia de la familia (el fallecimiento del padre es el más importante), y no sé cuánto tiempo necesitaré para esto, algunos meses más, quizás” le contó Caroline a este cronista, en conexión por correo electrónico.Sobre el viaje por los escenarios donde vivió Mollie hace 90 años sostuvo que “los describió realmente bien, menos en un aspecto: escribe sobre la sequía, el calor, el viento, pero me parece que por los años 20 los mallines (en la región de Huanuluán al menos) eran más verdes, había ojos de agua y pantanos. Cuando visité Huanuluán en mayo de 2008 es cierto que el potrero de la entrada estaba parcialmente inundado, pero me chocó la extrema sequía por todas partes”“Pero aparte de esto, sí, era tal como me la había imaginado: enormes bóvedas celestes durante el día y alfombras de estrellas que llegaban al infinito por las noches. Para ver lo que es la Patagonia, o bien te tenías que agachar y verla a 50 centímetros del suelo, y con paciencia veías su belleza; o bien desde el otro extremo, fijarte en la lontananza, observar los hermosos y milenarios contornos. También podías quedarte quieta y apreciar el silencio, que te obliga a confrontarte con vos misma. ¡Pero no hubo viento, y yo quería sentir ese viento tan famoso! Otra vez será, lo espero fervorosamente.”Añadió que “los patagónicos que conocí fueron increíbles, como la gente de mi niñez cuando daba por sentado que todo el mundo era bondadoso y compartiría todo conmigo. Hacía mucho, pero mucho, que no estaba con gente que, aunque extraños, me trataban como si fuera de la familia; y que, además, no teniendo mucho para ofrecer, me lo ofrecían, o me ayudaron como pudieron. Todo eso me conmovió mucho”.
El testimonio de Ramón
Ramón Minieri, que ha estudiado con rigor documental el régimen de dominación colonial de las estancias británicas en la Patagonia, encontró un punto de vista diferente –ingenuo, infantil y al mismo tiempo rico en matices- en el relato de Mollie y en la recuperación de ese texto que realiza Caroline.
“Yo aliento a Caroline en cuanto a la traducción porque conocer estos materiales enriquece nuestra miradas sobre la Patagonia, sobre esta relación colonial que existió entre Argentina y Gran Bretaña, particularmente en la Patagonia; y sobre la vida concreta de la gente, que es lo que en historia uno siempre anhela. Casi sin querer iniciamos un vaivén en el cual ella traduce un capítulo y me lo envía para ver qué me parece; y discutimos algunos matices sobre el uso de ciertas palabras, porque una cosa es el español de diccionario y otra es el lenguaje campero. La expresión ‘lata de esquila’ por ejemplo, se capta cuando se vive en la región y no la entiende el que viene de afuera”
“Cuando me consultó sobre su viaje hacia el sur, para recorrer los mismos lugares donde vivió Mollie, decidí acompañarla, porque yo también tenía ganas de visitar las estancias. Es la cuestión de los distintos niveles de la visión histórica, por allí yo a través de la documentación percibo la visión de la empresa, del gran capital británico, de la gente más adinerada de Inglaterra, que era accionista de estas firmas. Y por el otro está la visión inocente de una nena como Mollie, que ya de grande y puesta a escribir sólo quiere recordar su infancia, y añora 50 años después lo que para ella era una fuente de gozo. Hay una relación humana directa, de cómo la nena inglesa podía relacionarse y entenderse con el indígena que estaba trabajando en la estancia, por ejemplo.”
Un momento muy emotivo del viaje a lo que queda de la estancia Talcahuala, recordado por Minieri, “fue cuando recorrimos una avenida de tamariscos que describe Mollie en el libro y buscábamos la casa originaria sin verla, pero de pronto me asomé a un baldío contiguo a la casa actual y descubrí una típica construcción de esas de madera y chapa que venían desde Inglaterra listas para armar, muy abandonada pero intacta” (tercera foto, arriba).
La punta del ovillo
El encuentro entre los tres protagonistas de esta historia conforma una madeja apretada de sentimientos y experiencias, perspectivas distintas para apreciar una misma realidad, compleja y seductora, teñida por el color de la nostalgia, sugerente y mágica por momentos. La punta del ovillo se puede encontrar en el número más reciente de esa magnífica publicación periódica que se llama “El Camarote”. Allí aparecen un interesante artículo de Caroline Holder sobre su encuentro con “The sand, the wind and the sierras, days in Patagonia”, y el viaje posterior por la región sur ¡sorprendentemente sin viento! También hay fragmentos escogidos del libro de Mollie Robertson, como para quedarse con ganas de leer muy pronto la traducción completa.


martes, 3 de febrero de 2009

Un viaje, muchas emociones, una síntesis

Como en el blog se lee desde lo más reciente hacia lo más antiguo (en orden a la publicación) les anticipo a mis lectores que este apunte es, en realidad, el final de un recorrido por el cuaderno de apuntes y la carpeta del archivo digital fotográfico del viaje que, durante algunos días del mes de enero de 2009, realizamos Dalia y yo por una parte de la enorme geografía de la provincia de Santa Cruz.
Quienes se internen en el blog podrán encontrarse con fotos y comentarios sobre distintos puntos que tocamos en el itinerario. Fue una excursión breve (8 días) pero intensa. Desde Carmen de Patagones le pegamos hasta Caleta Olivia, en donde hicimos la primera noche; al día siguiente a media tarde estábamos en El Calafate. Allí nos instalamos durante otras dos noches ¡en carpa, para no despedazar nuestro modesto presupuesto viajero! Después recalamos otras dos noches en Comandante Piedra Buena, y le dedicamos las dos jornadas al pueblo de Los Antiguos (aquel que "apareció" en los mapas como consecuencia de la lluvia de ceniza volcánica, en 1991). La última jornada fue de retorno a casa. No es mucho, claro, para quienes están acostumbrados a periplos de extramuros marítimos o largos recorridos de travesías selváticas.
La intención de esta página web es contar y mostrar, desde mi enfoque personal. Con el poco (o mucho) oficio de cronista que tengo. Les propongo que le metan con el mouse y se introduzcan en el blog, con toda confianza.
Como una especie de síntesis me permito hacer esta reseña, de lo mejor y lo peor que pude encontrar.
Lo mejor: el paisaje del glaciar Perito Moreno, el avistaje de distintos ejemplares de la fauna silvestre, alguna gente, los cielos y los horizontes, el silencio de la inmensidad.
Lo peor: las ciudades sucias y sin personalidad (como Río Gallegos y Comodoro Rivadavia), alguna gente, el viento arisco, el abandono de las estancias y del ferrocarril patagónico.
Esto es todo. Es el principio del blog, pero es (inversamente, ¡qué cosa!) el final de mi recopilación sobre esta experiencia. Tal vez, en otro momento, incorpore otras crónicas.


Un prodigio de formas y color, el glaciar Perito Moreno. Un recuerdo imborrable en nuestra bitácora. Una imagen como síntesis.



Un joven guanaco ("chulengo" que le dicen) se asoma por arriba del farallón y nos espía.



En las inmensas (y ventosas) playas de Rada Tilly ando yo estirando un poco las piernas, en una pausa de la larga travesía del regreso.



En una chacra de Los Antiguos, Dalia en contacto con las frutas que despiertan sabores dormidos de la infancia.



La industria del petróleo, presente en toda la geografía de Santa Cruz



Lo mejor de Río Gallegos: el museo de los pioneros, con la recreación de aspectos de la vida cotidiana de una familia pudiente de los años 20.



El pasado colonial se mantiene presente, en esta torre de señales del antiguo ferrocarril patagónico, en la desmantelada estación Piedra Clavada



El señor don Piche sorprendido por la cámara, en la playa de Punta Quilla, cerca de la colonia de pingüinos magallánicos.



Dalia y el mate, compañeros fieles e inseparables, junto a los hielos eternos del glaciar Perito Moreno, allá en el extremo santacruceño.



Carruajes que supieron vencer las enormes distancias patagónicas, en la estancia Cerro Buenos Aires, cerca de El Calafate



Un buen momento en "La Zaina", un cálido bodegón de El Calafate

Una perlita, triste ejemplo de transculturización

El cacique Casimiro Biguá, de origen tehuelche, es casi como un paradigma de la transculturización. Su apellido adoptivo era una deformación por el uso de Bivois, el apelativo del corsario francés Francisco Fourmantin que, siendo el indio un niño, se lo compró a su madre por una partida de aguardiente y lo crió en Carmen de Patagones. Ya de grande Casimiro luchó (con las armas que tenía a mano) contra el humillante sometimiento al invasor y trató de establecer relaciones de intercambio comercial más o menos ventajosas para los suyos. En El Calafate, moderna torre de Babel que atrae al turismo internacional cinco estrellas, hay un restaurante y “wine bar” que lleva su nombre. Fíjense en el cartel, una verdadera joyita. Parafraseando al inolvidable Yupanqui: “malhaya, triste destino los indios argentinos…”

Los Antiguos, el pueblo santacruceño que renació de las cenizas


La localidad de Los Antiguos (nombre que tiene origen en el asentamiento en ese sitio de los mayores, “los antiguos”, de las comunidades tehuelches) está ubicada sobre el lago Buenos Aires, recostada sobre la cordillera, en el límite con Chile. Cobró notoriedad en los años ’90 cuando quedó cubierta por cenizas volcánicas (una capa de hasta 70 centímetros, en algunos puntos) y sus pobladores la abandonaron en casi su totalidad. Pero la gente volvió y las esperanzas también. Su principal producción es la de cerezas, un cultivo que no reconoce orígenes históricos, pues fue impuesto a partir de fines de los ’60 en reemplazo de los alfalfares que, hasta esos tiempos, abastecían a toda la región de los contrafuertes andinos.
Dalia y yo llegamos hasta Los Antiguos sin saber exactamente qué nos encontraríamos por allá. Nos recibió un fuerte ventarrón que embravecía el lago y oscurecía el cielo, por la volatilización de los restos de la ceniza que aún permanecen en las laderas de los cerros y los campos sin cultivar. Al día siguiente pudimos visitar algunas chacras y comprar frutas frescas y dulces. Pero comprobamos que esta población no ofrece servicios organizados al turista, aunque su entorno natural es muy interesante.