domingo, 26 de diciembre de 2010

Leer en el jardín, una satisfacción del verano

Leer en el jardín, debajo de la sombra fresca del sauce. es una de las satisfacciones del verano, en este rincón de la Patagonia donde la conservación de la verde cubierta vegetal obliga a un esfuerzo considerable. El ejercicio de la lectura, ese prodigioso mecanismo intelectual que nos transporta a miles de kilómetros y a través de las fronteras del tiempo, nos permite un diálogo interior, el intercambio de ideas entre esas distintas partes de nuestra conciencia que a veces confluyen en un mismo espacio y otras se diferencian peligrosamente. Así entonces, sobre el verde tapiz, el lector puede multiplicarse y el libro borra las fronteras.
(La foto es una realización de Francisco Espinosa Chaina)

sábado, 11 de diciembre de 2010

Freddy Masera, hacedor de libros que nos permiten conocer las mesetas patagónicas

 La serie de libros sobre las mesetas patagónicas, Freddy Masera, el coordinador
Freddy Masera es un sociólogo apasionado por las mesetas patagónicas, que viene estudiando hace casi 20 años. Dotado de una visión ampliamente humanista y una profunda capacidad de observación se convirtió en el director de una serie de publicaciones científicas de consulta imprescindible para el conocimiento de la región.

Acaba de aparecer el volumen de 470 páginas titulado “Los ríos mesetarios norpatagónicos; aguas generosas del Ande al Atlántico”, cerrando un ciclo que se inició en 1993 con la obra “La meseta patagónica del Somuncurá, un horizonte en movimiento”. Freddy ha sido el coordinador de los equipos interdisciplinarios que realizaron las investigaciones, conformados por historiadores, geógrafos, arqueólogos, antropólogos, biólogos, geólogos, economistas, literatos, guardaparques, y licenciados en turismo.
Durante estas dos décadas Masera luchó sin desmayo, ni tiempo para el descanso, contra todo tipo de dificultades administrativas y presupuestarias para lograr cada una de las ediciones. La tarea no fue fácil y sufrió la discontinuidad de los planteles jerárquicos de carácter político, lo que ha sido una de las características más despreciables de la sumatoria de las distintas gestiones gubernamentales de Río Negro desde 1993 hasta la fecha; hecho incongruente con la perfecta continuidad del signo partidario en las sucesivos elencos, pues por un lado el radicalismo se aseguró la permanencia en los despachos pero los cambios de protagonistas y la discontinuidad de planes de acción ha sido notoria, sobre todo en temas relativos a la cultura, la investigación y la planificación.
De todas maneras, superando trabas e indiferencias (las segundas quizás más nocivas que las primeras) Freddy Masera concretó 5 libros bajo el sello editor de la secretaria de Acción Social y su formato actual: ministerio de Familia. El último de la serie, “Los ríos mesetarios…” fue editado por el ministerio de Producción.
Pero estos editores lo fueron sólo en lo formal, ya que el financiamiento de las impresiones –que tuvieron formato y estilo homogéneo- se obtuvo mediante auspicios diversos y el compromiso para la adquisición de ejemplares por parte de organismos públicos. Lo que debió ser consecuencia de una política editorial asumida seria y responsablemente por el Estado fue, en realidad, resultado de la tenacidad de un emprendedor, con el acompañamiento de su variopinto equipo de colaboradores intelectuales, reuniendo recursos con cierta dosis de azar. Por eso es importante darle la palabra a Ricardo Fredy Masera, reconocerle dotes de empecinado taumaturgo y dejar que sea su voz la que nos ubique en el contexto.
Las mesetas
¿Por qué el análisis de las mesetas en particular? fue la primera pregunta de la charla del cronista con este inquieto hacedor de libros.
“La Patagonia está conformada por la cordillera de los Andes en su porción austral, toda una región central mesetaria y la costa del Atlántico. Las mesetas centrales caen escalonadamente desde la precordillera hacia el mar. Por eso el libro anterior se llama “Las mesetas patagónicas que caen al mar: la costa rionegrina”, porque los acantilados que vemos son las mesetas que se cortan a pique.
Estas mesetas arrancan en los departamentos del sur pampeano y se extienden hasta el norte de la Isla de la Tierra del Fuego. El término meseta, al que reivindicamos siempre, es muy usado pero a veces confundido. Porque es un término geomorfológico y, entonces, las mesetas pueden tener lugares selváticos, o pueden tener el tapiz vegetal del espinel mezclado con el monte, o pueden ser esteparias.
Las zonas de transición entre dos regiones de aspecto diferente es lo que se llama el ecotono, y en el Somuncurá está muy claro como, hacia el sur, el monte se convierte en estepa.
El primer libro estuvo referido a Somuncurá por mis observaciones previas, en los tiempos en que estaba viviendo en El Bolsón y viajaba por la zona; además de las referencias de tono misterioso que me llegaban por intermedio de amigos como Guillermo Serra Peirano. Me puse a leer los estudios previos existentes, comprobé que había sido muy transitada por naturalistas y arqueólogos, pero no se encontraba material escrito desde el punto de vista de las ciencias sociales. Así fue que se encaró el relevamiento de Somuncurá, a partir de un subsidio del Conicet al ministerio de Asuntos Sociales, que tuvo una primera edición muy rústica en 1993; y una segunda costeada en conjunto con la provincia del Chubut en 1998.”
Los que siguieron
“A partir del prestigio que se supo ganar el libro del Somuncurá, que nos alcanzó naturalmente a todos quienes integramos el equipo de trabajo y a mí como coordinador, encaramos la continuidad del proyecto. Yo le había echado el ojo a otra meseta, la de El Cuy, porque me parecía uno de los espacios más excéntricos del territorio de Río Negro, con un enorme vacío poblacional, un sitio por donde nunca pasó el ferrocarril, el antiguo paso de las huellas de carretas que unían General Roca con lo que hoy se llama Jacobacci y otros parajes de la zona, y características geomorfológicas interesantes.
El tercer libro avanzó en otro recorte, sobre la base de esta idea de analizar las mesetas en particular, pero en este caso nos permitió adentrarnos en uno de los diez bajos más importantes del mundo, el segundo en importancia en el país después de San Julián. El Bajo del Gualicho, donde el relieve se invierte rodeado de mesetas, nos ofrecía todos sus interrogantes y leyendas. Trabajamos con el instrumental satelital más moderno y realizamos la medición de su profundidad, para comprobar que tiene 72 metros por debajo del nivel del mar en el punto donde pusimos dos mojones en dos sitios de la gran salina, que nos dimos el gusto de bautizar (como hacían antaño los exploradores) con los nombres de Península de los Leones, pues por allí cerca encontramos huellas de pumas, e Islote de los Guanacos, por la presencia sorpresiva de esos bellos camélidos que aparecen y desaparecen de la nada.
El cuarto libro se apartó del abordaje multidisciplinario de las mesetas, para darle jerarquía propia a varios trabajos inéditos del arqueólogo Carlos Gradín y se tituló, precisamente, “Arqueología de Río Negro” conteniendo una serie de descripciones de enorme valor, con apuntes a mano tomados por el propio Gradín en diversos yacimientos arquelógicos de la región sur.
En el paso siguiente nos ocupamos de un tema del que ya veníamos hablando en el equipo: el estudio de la costa. Cuando arranca una investigación a veces se deja la cuestión del título para el final, pero en otras ocasiones se empieza por allí, porque nos llama como si fuera una meta a la que se debe llegar. Esto me pasó en este caso, porque el título se impuso solo. Así empezó “Las mesetas patagónicas que caen al mar” con el análisis de la costa de los acantilados y todos sus componentes.
Pero faltaba meterse en los ríos. La propuesta aparecía como un desafío de la gente del Departamento Provincial de Aguas: ¿por qué no se meten con el río Negro?, y de pronto me puse a pensarlo más en detalle y noté que estos ríos nuestros son alóctonos en la mayor parte de su recorrido, es decir que no reciben afluentes, y descubrí la entidad común, de los ríos mesetarios.
A las mesetas las recortamos por sus aspectos significativos según las especies vegetales y animales endémicas, es decir que sólo existen en un lugar del planeta, por su geomorfología o su geología, y por los aspectos que le dan identificación independiente.”
La narrativa oral
Desde aquella primera mirada en profundidad sobre el apasionante ámbito de Somuncurá cada uno de los libros dedicados a las mesetas contiene un capítulo dedicado específicamente a los testimonios de los pobladores de cada sitio, lo que se dio en llamar la “narrativa oral.”
Masera dijo, sobre el particular. “Nosotros sabíamos que en el Somuncurá íbamos a encontrar mucha gente de ascendencia indígena y nos interesaba la conservación del idioma, las leyendas y las tradiciones religiosas, como el camaruco y el nguillatún; algo similar ocurrió en El Cuy; y por cierto en el Gualicho nos adentramos en la leyenda de la Salamanca y de don Bernabé Lucero.
“No hacemos etnografía interpretativa porque eso implica entrar en la variantes lingüísticas y semiológicas, pero ponemos mucho cuidado en el rescate de la trascripción fiel y exacta de lo que dicen las personas entrevistadas para los capítulos de la narrativa oral.
Una preocupación, en ese sentido, es no efectuar ninguna modificación ni agregado. O sea que si el poblador se traga las ‘eses’ y dice, por ejemplo, ‘lo chico están en la escuela’ lo copiamos tal cual.; y ponemos los silencios con puntos suspensivos; para que el lector pueda “oír” a la gente.
Por eso es natural que los capítulos de la narrativa oral sean los que tienen mayor aceptación y sabemos que en muchos casos son la única parte del libro que se lee intensamente.”
Navegando desde el Ande
Veamos ahora algún detalle del más reciente de los productos de esta serie excepcional. Tiene 12 capítulos donde se describen distintos abordajes a los cursos de los ríos Limay, Neuquén, Negro y Colorado. Estas partes fueron escritas por Rodolfo Casamiquela (hizo su aporte pocos meses antes e su muerte, ocurrida en diciembre de 2008); Laura Miotti; Mónica Alejandra Berón; Gustavo A. Martínez; Estela Mónica Cúneo; Eduardo Crivelli Montero; Luciano Prates; Hernán Cortés, Juana Lew; Anahí Membribe, Verónica Cortese, Rubén García y el propio Freddy, por supuesto.
El subtítulo (“Aguas generosas del Ande al Atlántico”) revela el espíritu poético del coordinador, un hombre que admite profunda admiración y respeto por las intensas correntadas del río Negro, del que es vecino en la costa viedmense. Pero además Ricardo Freddy Masera (72) todos los veranos participa en la competencia de natación de aguas abiertas de puente a puente y en los cruces de orilla a orilla, y por eso dice, con justificada razón, “a este río lo conozco bien por adentro”.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Leonardo Costas, un notable intendente de Patagones, injustamente olvidado

 El intendente Costas, de anteojos a la derecha del grupo, en una reunión en su despacho
 Con sombrero en la mano, ingresando al Templo Parroquial para el acto de las banderas; abajo la cartelería de la calle en su memoria, con una "ese" de menos. ¡Qué lástima!
Una calle de apenas cuatro cuadras, en Carmen de Patagones, lleva el nombre de Leonardo Costas (con el error en su escritura, porque le sacaron la “ese”). Se trata del merecido homenaje a un intendente maragato olvidado, cuyo mandato tuvo final precipitado hace 44 años.









La personalidad de Leonardo Costas fue multifacética, como también su desempeño profesional a lo largo de 88 años de intensa vida. Fue médico, diplomático, político de fuste, aviador deportivo y naval, vitivinicultor, dirigente de entidades intermedias, concejal de la ciudad de Buenos Aires, intendente municipal del partido de Patagones... vecino de permanente inserción en los temas de la comunidad y pionero en el poblamiento de un sector de la urbe maragata que hace 50 años era sólo campo, y hoy se ha convertido en la zona más cotizada para la construcción de elegantes mansiones.


Los datos para escribir esta crónica se tomaron del libro “Las calles de mi pueblo”, recopilación de María Cristina Casadei y otros; de algunos recortes periodísticos de los semanarios “La Nueva Era” y “El Tiempo” de los años 60’; del testimonio de Rolando “Tito” Martínez, quien fuera su polifuncional secretario de gobierno de la municipalidad de Patagones, entre 1963 y 1966; y un artículo de René Alcides Aguirre, quien también lo conoció y heredó de su padre (el recordado escribano René Aguirre) un bastón que perteneció a Costas.


Se fue y volvió


Leonardo Ovidio Costas nació en Carmen de Patagones el 24 de agosto de 1887 y cursó aquí sus estudios primarios, pero hacia 1898 partió hacia Buenos Aires donde hizo la secundaria primero y la carrera de medicina después. Apenas recibido ingresó al hospital Cosme Argerich, en el barrio de la Boca, uno de los centros médicos más importantes de la ciudad de Buenos Aires, en donde desarrolló una importante carrera profesional de 40 años, de los cuales 18 los transcurrió en el cargo de director.


Su destacado desempeño profesional estuvo acompañado por las inquietudes de tipo social y político, lo que lo llevó a aceptar una candidatura a concejal municipal de la ciudad de Buenos Aires por la barriada boquense en representación de la Unión Cívica Radical, en la década del 20’. Desde la presidencia del bloque oficialista y del comité radical de la Boca su labor se agigantó, lo cual le valió excelentes relaciones con prominentes figuras partidarias de la época: Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, Roberto Ortiz y otras.


Fue amigo de los dos patriarcas culturales de la Vuelta de Rocha: Benito Quinquela Martín, el pintor y Juan de Dios Filiberto, el músico.


En tiempos de su segunda presidencia Yrigoyen le confió una delicada y alta misión diplomática, como emisario de buena voluntad ante el gobierno de Chile, función que logró cumplir con eficacia y talento.


Después de alcanzar su merecida jubilación como director médico del hospital Argerich de Buenos Aires, ya para los mediados de la década de 1950, decidió volver a su Carmen de Patagones natal, con el sano propósito de transcurrir aquí, junto a su esposa Amelia Vernengo, los últimos años de su vida.


El Peñón del Currú Leuvú


Su primer propósito, tras el retorno al terruño, fue el de construirse una casa en un lugar privilegiado sobre la barranca del río, en el sitio que él mismo dio en llamar el “Peñón del Currú Leuvú”. Allí hizo levantar un chalet confortable aunque no lujoso, dotado de generosos viñedos que se regaban directamente del río y permitían la elaboración artesanal de un exquisito vino.


Hasta su refugio de vista panorámica al río, en donde hoy se han edificado otras magníficas residencias, llegó una tarde un grupo de vecinos maragatos para pedirle que aceptara ocupar interinamente el cargo de comisionado municipal. Era el año 1956 y aunque tenía 69 años de edad, sintió que su deber era brindarle un servicio a su pueblo y aceptó. En 1958 fue candidato a Intendente de Patagones por la Unión Cívica Radical del Pueblo, pero fue superado por la Unión Cívica Radical Intransigente. En 1963 volvió a presentarse y ganó. Tenía 76 años cuando asumió su mandato el 12 de octubre de aquel año. No faltaban los escépticos que pensaron que su avanzada edad sería un obstáculo para el desempeño de sus funciones... pero se equivocaron, porque la gestión del intendente Leonardo Costas –más tarde interrumpida por el golpe militar del 28 de junio de 1966- tuvo logros importantes y avanzó en una serie de proyectos bien interesantes.


Acción y austeridad


“Tito” Martínez no pudo evitar emocionarse, aquella tarde del invierno del 2003 cuando le contaba al cronista algunos detalles del gobierno comunal encabezado por Leonardo Costas, donde fue su mano derecha. “Se destacaron, sobre todo, sus decisiones en el terreno de la asistencia social, su consideración por elevar el nivel de vida de los obreros y empleados municipales, incluidos los del Hospital Municipal, desposeídos y olvidados en el reconocimiento a sus delicadísimas tareas”, sostuvo.


Aportó una síntesis de acciones impulsadas por el intendente Costas: distribución de tierras para asentamientos de familias en Villa Lynch; enajenación de chacras municipales para adjudicárselas a quienes las ocupaban desde varias décadas antes; creación del hogar de ancianos; gestiones para una escuela profesional que sería después la Escuela Islas Malvinas; modernización y reequipamiento de la totalidad del parque vial municipal; construcción del tanque elevado de agua de un millón de litros con planta de decantación y potabilización; construcción del puente de acceso a Bahía San Blas (en reemplazo del viejo puente Wasserman, que ya para entonces estaba vetusto); edificación de la hostería turística de la misma villa de Bahía San Blas; enripiado y mejoramiento de las calles del poblado marítimo.


También se ocupó personalmente de supervisar la restauración de las banderas brasileñas capturadas en marzo de 1827, que culminó con el acto del 17 de agosto de 1965 colocándolas en los cuadros donde todavía se conservan en el templo parroquial.


No todas las obras planeadas por el intendente Costas pudieron concretarse, porque como ya dijimos su mandato de cuatro años fue interrumpido antes de tiempo. En 1964 la Municipalidad de Patagones logró, con fondos proporcionados por el gobierno provincial bonaerense, la compra de un terreno ubicado sobre la calle Olivera en su intersección con Comodoro Rivadavia, enfrente de la escuela 2. Poco después se aprobaron los planos y el financiamiento para levantar en ese lugar un hotel de turismo para Carmen de Patagones.


La interrupción de los gobiernos radicales en la provincia y en la municipalidad abortó esa obra que, seguramente, le habría cambiado la fisonomía de servicios a la ciudad. El terreno quedó abandonado durante mucho tiempo, usado como parque, hasta que en la década del setenta se construyó el denominado centro cívico que alberga al registro civil y otras oficinas públicas provinciales.


“Pero además de su permanente acción, con viajes permanentes a ‘la cueva del león’ como le gustaba llamar a la ciudad de La Plata, otro rasgo muy fuerte del doctor Costas era su austeridad. Cuando ya estaba elegido para el cargo, antes de asumir, decidió cambiar el auto y adquirió en lo de su amigo Borassi un Di Tella Magnette (coche mediano equivalente a un Siena de hoy) y me dijo: lo compro ahora para que después no digan que usé plata de la Municipalidad. Enseguida mandó a buscar las chapas de bronce de intendente, porque lo usaría como auto oficial, y cómo descubrió que las anteriores las habían robado hizo comprar otras, y las pagó de su bolsillo” relató Rolando Martínez, quien le dedicó a su admirado jefe varios capítulos de su libro “Vivencias y algo más”, editado por su familia tras su muerte, ocurrida en noviembre del 2004.


Otros perfiles de su personalidad


René Alcides Aguirre escribió sobre el doctor Costas, con referencias a otros perfiles de su personalidad. “Pionero de la aviación argentina, junto con Almonacid, Sánchez Zinni y Jorge Newbery, fue creador de un monoplaza que condujera como piloto de pruebas el campeón mundial de permanencia en moto y célebre automovilista de la época, Gaudino. En el año 1914, con un amigo mecánico, construyó una casilla rodante sobre un chasis de Ford T, tipo camión, y con este vehículo hizo una travesía entre Buenos Aires y La Pampa, viajando con un matrimonio de amigos. La travesía duró un mes, con penurias de todo tipo, como quedarse una semana en un precario puesto esperando que le mandaran un palier de repuesto”.


“Sus viajes más que turísticos fueron siempre de estudio, ya que al bagaje de sus conocimientos agregaba su afán de saber; con curiosidad visitaba tanto los museos, lugares históricos, como los barrios de las poblaciones o ciudades, los mercados, donde realmente se dimensiona la verdad. Una anécdota: estando en Argel se desencadenó una terrible y sangrienta lucha intestina y se presentó al director del hospital a fin de prestar voluntariamente sus servicios profesionales e hizo de cirujano de campaña, enseñando a los médicos del nosocomio las nuevas tecnologías de la especialidad”, acotó Aguirre.


Un recuerdo de la amistad de Costas con el presidente Marcelo Torcuato de Alvear, un fino bastón de madera que usó el jefe de Estado, fue obsequiado por el ex intendente al escribano René Aguirre; y más tarde su hijo, René Alcides, lo donó al museo histórico Emma Nozzi de Carmen de Patagones.


Sus últimos años


Retirado forzosamente del cargo al que llegó por voluntad popular, tras el golpe militar de junio de 1966, Leonardo Costas vivió sus últimos años, entre recuerdos, en su casa de las afueras, hasta su muerte ocurrida el 15 de diciembre de 1975, hace casi 35 años.


En julio de 1985 el Honorable Concejo Deliberante aprobó la imposición de su nombre a la breve arteria que se mencionaba al principio, paralela a la avenida Yrigoyen, entre Mascarello y Boulevard Moreno. Alguien debe ocuparse de corregir el error de escritura de su apellido.


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domingo, 7 de noviembre de 2010

Por las playas de Picotto

 Este señor que aparece en la foto de arriba se llama José Luis Fernández, pero todos en el balneario El Cóndor (la Boca, para muchos) lo conocen por su sobrenombre de "Picotto". Fue fanático de la pesca en sus años jóvenes y "descubrió" un sitio ideal que bautizó con su apelativo.
 Aquí estamos en familia, con mi hermano Gervasio y mi cuñada Beti, Dalia, mi perra Colita y yo, caminando por esa playa, cerca del acantilado.
 Aqui de frente a la cámara fotográfica, en una apacible tarde de primavera 2010
Desde el balcón mirador, contemplando la playa. ¡El sitio es muy bello!

sábado, 28 de agosto de 2010

Apuntes de la historia radial patagónica




La radiodifusión en la Argentina cumplió 90 años a partir de aquella histórica emisión del 27 de agosto de 1920 desde la terraza del teatro Coliseo, de Buenos Aires, y en la Patagonia la actividad radiofónica acumula más de 72 años de antigüedad.
Habían transcurrido 18 años desde la innovadora experiencia cundo el Estado nacional impulsó la creación de la primera emisora radial de la región, LU 12 radio Río Gallegos, que salió al aire el 23 de marzo de 1938.
Enseguida se sumó LU 4, radio Patagonia Argentina de Comodoro Rivadavia, que desde el 3 de mayo del mismo año comenzó a emitir para la red Azul y Blanca de Emisoras Argentinas, que lideraba radio El Mundo desde los famosos estudios de Maipú 555, en Buenos Aires.
Recién 8 años más tarde aparece LU 8 radio Bariloche, que se inaugura el 11 de octubre de 1943, como parte de la Red Argentina de Emisoras Splendid (Rades).
La misma cadena privada, con cabecera en Buenos Aires en los altos del teatro Splendid, fundó LU 5 radio Neuquén el 10 de abril de 1954.
Esas 4 radios pioneras no alcanzaban para cubrir las enormes distancias de la Patagonia, ni para paliar el aislamiento de sus pobladores.
El flamante estado santacruceño inauguró LU 14 radio provincia de Santa Cruz, desde Río Gallegos, el 1 de mayo de 1961.
Al mismo tiempo el gobierno nacional, bajo la presidencia de Arturo Frondizi, comenzó a sembrar nuevas emisoras que argentinizaban el éter sureño.
Durante 1961 surgieron las filiales de radio Nacional en Ushuaia, el 10 de agosto; Esquel, el 25 de noviembre; y Comodoro Rivadavia, el 13 de diciembre.
También se llamó a concurso para de licencias de emisoras baja potencia y así nacieron 6 radios privadas en Río Negro y Chubut.
En 1963, aparecieron LU 15 Viedma, el 15 de mayo; LU 16 Río Negro, de Villa Regina, el 1 de julio; LU 17 Golfo Nuevo de Puerto Madryn, el 28 de julio.
LU 19 La Voz del Comahue de Cipolletti, salió el 12 de octubre, LU 18 El Valle de General Roca, el 19 de octubre; y LU 20 Chubut, de Trelew, el 10 de noviembre; todas en 1963.
En acciones aisladas Radio Nacional incrementó su red con emisoras en Zapala, Neuquén, inaugurada el 21 de diciembre de 1967; en Río Turbio, Santa Cruz, el 3 de diciembre de 1970, y Río Grande, Tierra del Fuego, el 19 de mayo de 1971
Bajo la última dictadura militar, ante la hipótesis de conflicto con Chile por el diferendo austral, se creó un conjunto de 9 filiales de Radio Nacional en pequeñas localidades patagónicas.
De aquel ‘Plan Soberanía’ son herederas las radios nacionales de San Martín de los Andes, Ingeniero Jacobacci, El Bolsón, Chos Malal, Alto Río Senguer, y Perito Moreno, que salieron al aire entre octubre y diciembre de 1978.
En septiembre de 1981 la antigua LU 8 de Bariloche se convirtió en filial de Nacional; tres meses más tarde nació Nacional Río Mayo; y en abril de 1982 la filial de Gobernador Gregores.
Cuando el ex presidente Raúl Alfonsín impulsaba el proyecto de traslado de la Capital Federal se creó LRA 2 radio Nacional de Viedma, inaugurada el 14 de diciembre de 1987.
Por iniciativa privada se fundó, el 15 de diciembre de 1979, LU 23 radio Lago Argentino, en El Calafate, Santa Cruz.
En Río Negro funcionan 3 emisoras de amplitud modulada de baja potencia, son la municipal de Luis Beltrán, desde el 30 de abril de 1984; la provincial de Sierra Colorada, 21 de marzo de 1987; y Luján de Valcheta, que pertenece al obispado y surgió en junio de 1990.
La más joven de las radios de AM de la Patagonia es Cumbre de Neuquén capital, que salió al aire en el 2001.
En los últimos años de la década del ’80 también en el espectro radial patagónico emergió el fenómeno de las radios de frecuencia modulada.
Radio Nativa, de Viedma; y CALF-Universidad del Comahue, de Neuquén, fueron pioneras de esta modalidad en septiembre y octubre de 1987.

miércoles, 16 de junio de 2010

Leer en la Patagonia ¡una maravilla!


Cuánta tinta derramada en los análisis sesudos (y de los otros) acerca de la cautelosa pregunta de si hay una literatura patagónica! ¿Cuántas veces nos hemos propuesto sin malicia (pero sin modestia) una probable definición de cómo es esto de "escribir en la Patagonia"?Hoy, en una fría y soleada tarde de pacífico paisaje patagónico, me propongo reflexionar sobre otra cuestión: leer en la Patagonia.Como un ejercicio en el cual se pone en intenso funcionamiento esa formidable máquina que es el cerebro la lectura es fuente de sorpresas imprevistas, un proceso rico en eventualidades. Los contenidos que se descifran son portadores de imágenes de todo tipo que nos transportan y, por ello mismo, nos facilitan viajes de larga (y corta) duración por los escenarios más inverosímiles.Si estamos de acuerdo en algo tan sencillo (y por tanto poco polémico) como que las largas distancias son una dificultad concreta de nuestro modo de vida en la Patagonia podemos afirmar, entonces, que la lectura es la más fácil de las formas de vencer esa adversidad cotidiana. "Esta mañana me di una vuelta por Cartagena con García Márquez, al mediodía me comí unos tacos por Madrid con Hemingway, y esta noche tengo pensado tomarme un café en el Tortoni con Arlt; o quizás, mejor, un brandy en Nueva York con Cheever" dice el tipo, cómodamente sentado en la carretera que lo lleva hacia los cuatro vientos.Leer en la Patagonia es, también (y por lo mismo), una forma de resistencia a la soledad y el aislamiento (claro, sólo cuando soledad y aislamiento se ponen cabreros, porque en otros momentos son sensuales compañeros) y, en suma: una manifestación de la libertad. "No hay geografía que me contenga, qué me importa si la plata que tengo en el bolsillo no me alcanza para el boleto más barato, yo paso por la biblioteca con la misma facilidad con que el más bacán de los bacanes se manda en la agencia de viajes y saca un pasaje para la Cochinchina" asegura el tipo, sólo preocupado porque el sol cae sin pausa y se va quedando sin luz. Leer en la Patagonia, una verdadera felicidad. "Acá estoy, haciendo dedo en la ruta de los mil y un libros... todo es cuestión de tiempo, alguno va a pasar, seguro, para llevarme para donde no quiero ir, porque eso es lo bueno de la aventura" certifica el tipo, ya con el traste un poco endurecido. De golpe el cielo se llena de nubes, empieza a llover y el tipo se pone a esquivar charcos en las calles de Villa Domínico, con un tal Bruno Di Benedetto.Leer en la Patagonia ¡una maravilla!

miércoles, 12 de mayo de 2010

El sol brilló en el Esquel Literario

Hubo sol durante todo el tiempo, en la ciudad de Esquel y en el encuentro literario, entre el 6 y el 8 de mayo de 2010. El sol iluminó y puso calor en debates muy interesantes.
El sol nos acompañó todo el tiempo. En los viajes de ida y vuelta, durante el desarrollo del encuentro del Esquel Literario 2010.
Hubo sol intenso en el debate acerca de las razones (y sinrazones) de la identidad de la literatura en la Patagonia. Apenas nos habíamos acomodado, en las sillas del confortable salón del Centro Cultural Melipal, cuando Julia Chaktoura se despachó con su ponencia sobre los atropellos de Mempo Giardinelli en su final de novela, porque (según parece) el chaqueño no tiene blasones suficientes que justifiquen su atrevimiento por describir nuestro territorio.
La antinomia patagónicos-foráneos quedó plantada, como una estaca de álamo de esas que si reciben un poco de agua y sol se brotan enseguida. Precisamente, como el sol abundaba los brotes no tardaron en aparecer.
Hugo Covaro, Pablo Salguero, Ariel Uranga, Silvia Mellado y Laura Nuñez hicieron también sus buenos planteos en la materia. Hubo enfoques diferentes, pero una coincidencia: debemos asumirnos en la Patagonia como protagonistas de un espacio que en lo geográfico y social tiene características propias. La literatura que emerge de ese protagonismo será una contribución más o menos eficaz (parámetros de calidad mediante y lograda una buena comunicación con los lectores) para ejercer, sin autoritarismo, el derecho de la identidad patagónica. ¡A escribir, que de eso se trata!
Las voces más jóvenes pusieron su propia cuota de sol. Paula Prengler y su sorprendente pez globo en spot fílmico; las chicas de la revista Proletarios; Nadine Aleman; Andrés Fattori; Paloma De Vera y otras adolescentes. Todo lo nuevo, todo lo sano, todo lo que está por venir.
Desde Chile voces hermanas. Mario Enrique Contreras Vega (una ponencia que apenas esbozó, pero promete, acerca de la contraposición entre oralidad e historia); y Bernardita Hurtado Low (con su mágica recopilación de fotos históricas de Alto Palena).
La gente del diario Jornada presentó su impactante y esperanzador plan editorial, con publicaciones de Marcelo Eckhardt, Pablo Lo Presti y Walter García Moreno. Pero sin Jorge Spíndola, poeta y periodista de enorme estatura, que fue el creador de la revista Tela de Rayón y tras su despido (injustificado, por cierto) se quedó sin el título que ahora sigue usando el matutino. Una ausencia que se notaba.
El sol brillaba, de todas formas, porque salían del pecho y la guitarra de Ariel Manquipán (que trajo canciones con aire sur) y de Néstor Martínez (una referencia musical del sur) que acompaño el homenaje a Elías Chucair y olvidé mencionar en la crónica respectiva.
Hacia el cierre el reconocimiento a Donald Borsella, cuya imagen nos acompañó todo el tiempo desde el telón de fondo. Juan Carlos Moisés no pudo llegar, pero su hermosa evocación (vivaz y emotiva) fue leída por Gustavo De Vera. (Dicen que Borsella pasó por la sala, pegó un vistazo y salió hacia la calle… solitario y en silencio)l
Alguien quiere saber cómo fueron las comidas, las charlas informales, los intercambios de literatura pura. Los platos estaban ricos y, casi siempre, abundantes. Las pocas horas de sueño (pocas, digo, por las trasnochadas) no dejaron lugar para la peña libre; pero los libros pasaron de mano en mano, que eso es lo bueno. Yo me traje unos cuantos, porque comprar los libros de amigos es un acto de solidaridad.
Esquel de otoño tiene un sol especial. Que brilla a toda hora.

Carlos Espinosa
(Falta un comentario sobre La Trochita , para otro día)

martes, 11 de mayo de 2010

Hacia Esquel para encontrarme con dos amigos de letras y papel: Elías y Bruno

Elías Chucair y Julia Chaktoura, durante el homenaje al "Patriarca de las letras rionegrinas"; abajo las niñas del ballet de la colectividad libanesa de Esquel.


Arriba Bruno Di Benedetto, poeta y narrador; abajo Laura Casariego, narradora, en el momento de las "Crónicas de muertes dudosas".


Claro, no era necesario viajar mil kilómetros, entre la Comarca de Patagones-Viedma y la ciudad cordillerana chubutense de Esquel. Digo, quizás no hacía falta semejante recorrido para confirmar mis afectos con Elías Chucair y Bruno Di Benedetto.
Elías, muy cercano a cumplir sus 84 otoños, es el patriarca de los narradores rionegrinos y me enseñó, con modales suaves y humildad bien entendida, la importancia de escuchar y recoger los testimonios de la gente. Marcó un sendero, porque ejerce desde hace 40 años la labor del cronista que pinta su aldea con la seguridad de abarcar todo el mundo y sus infinitos matices.
Empecé a leer a Chucair hace unas tres décadas (la primera vez que lo escuché fue por 1975 en un programa de radio Nacional, cuando yo aún vivía en Buenos Aires); y puedo reconocerme como amigo suyo desde hace un lustro. Algunos de sus cuentos y poemas, pero sobre todo el chispeante anecdotario de pago chico, me inspiran en la contemplación del costumbrismo, como fuente de vida.
Con Bruno la relación es más reciente, fogoneada por la contemporaneidad generacional (le llevo 5 años de ventaja ¿o desventaja? en la vida) y la profunda admiración hacia su oficio de poeta narrador. Que alguna de mis reconstrucciones históricas le aportase material para una de sus extraordinarias “Crónicas de muertes dudosas” (Premio Casa de las Américas, 2010) me llena de orgullo. Tengo en mi mesa de luz sus dos libros más recientes (“Country” y “Vengan juntos”) y ciertos fragmentos me inspiran sueños reveladores. “No muy lejos unas casitas de cartón y chapa brillan bajo la luna, como los últimos dientes de una boca enferma”. “Y la memoria, una densa masa de recuerdos localizados en el cerebro, pero que pesan en el pecho”. Bruno Di Benedetto me inquieta, por eso lo aprecio.
Mil kilómetros hicimos, Dalia (mi mujer) y yo, para compartir momentos del “Esquel Literario 2010” en los cuales estos dos amigos de letras, papel y talento, fueron el centro de atención de todas las miradas. No era necesario, era imprescindible. Una orden de la voluntad.
Elías tuvo la acertada introducción de su editora desde hace varios años: Julia Chaktoura. Después, él, agradeció con emoción verdadera y derramó varios poemas de sur, soledad y dolor. Pinturas de Patagonia, territorio de su creación. Más tarde hubo delicadas danzas árabes, porque se sumó en el homenaje la colectividad libanesa de Esquel.
Bruno precisó detalles del proceso creativo de sus “muertes dudosas”, con ese humor auténtico y autocrítico que transmite en sus escritos. Leyó varios de sus poemas narrativos y nos regaló la presencia de la narradora Laura Casariego, con otra de sus obras, deliciosamente interpretada. Historias con magia, personajes creíbles y recortados sobre el telón de la fantasía, sin límites geográficos, pero ambientadas por aquí cerca.
Mil kilómetros. Era necesario. Hay que hacer lo necesario en el momento oportuno, después es tarde para arrepentirse.
Carlos Espinosa
(Hubo mucho más en el “Esquel Literario 2010” en otros apuntes les cuento)




domingo, 14 de febrero de 2010

Ministro Ramos Mexía, en la crónica escrita para el diario "Noticias de la Costa"

Arriba: la vieja estación de chapas y maderas, en perfecto estado de conservación a casi un siglo de su construcción; abajo: el destacamento policial de Ramos Mexía, monumento histórico provincial, edificado en 1937 y casi sin mantenimiento.
Una breve visita a la localidad de Ramos Mexía le permitió al cronista hacer unas cuantas observaciones, vivir una fuerte emoción ante enterratorios y pinturas de pueblos originarios, recorrer una vieja y cuidada estación ferroviaria, y conocer a los jóvenes picapiedras del pueblo.

En plena línea sur de Río Negro, recostada sobre la vía ferroviaria que une el mar con la cordillera y la ruta nacional 23 (¡ahora pavimentada!), está la localidad antes llamada “Corral Chico” y bautizada en 1939 con el nombre del ilustre Ministro Ramos Mexía. Aquel funcionario fue titular de Obras Públicas y Agricultura de la Nación, entre 1898 y 1913, y caracterizó su gestión por el impulso para la construcción de la línea férrea del Estado.
Si el viajero transita por la ruta sin mirar hacia los costados es probable que se pierda la oportunidad de “descubrir” el Bajo de Ramos (como lo llaman los pobladores), que muy seguramente comprende el sitio identificado como el propio “Corral Chico”.
Es una depresión del terreno, a unos 20 metros de profundidad máxima sobre el nivel de la meseta circundante; de intenso verdor provocado por el agua de un arroyo que surge de un manantial y atraviesa longitudinalmente sus aproximadas 40 hectáreas de superficie. Sobre el filo de las bardas orientadas al sur se encuentran enterratorios de origen tehuelche y en el centro mismo del Bajo se levanta un promontorio rocoso de origen volcánico, al que los habitantes llaman el Cerro Redondo. Según algunas historias de origen tradicional y popular en este cerro se han descubierto pequeños túneles, los cuales conducen a las tumbas en donde los cadáveres ocultos fueron sin duda objeto de numerosos ritos religiosos. En los laterales del cerro, hacia el sudoeste y el sur, se pueden observar pinturas rupestres, protegidas por aleros de piedra. Estos yacimientos han sido estudiados por el arqueólogo Carlos Gradín, y sus conclusiones están reunidas en el libro “Arqueología de Río Negro” en la serie “Las mesetas patagónicas” que editó la secretaría de Estado de Acción Social de Río Negro, bajo la dirección del sociólogo Ricardo Freddy Masera.
Apuntó el experto que el Bajo de Ramos Mexía “debe haber sido ocupado desde hace mucho tiempo, tal vez desde el principio de la era (se refiere al Holoceno, unos 10 mil años atrás), o más, por grupos de cazadores recolectores que aprovechaban la fauna, especialmente el guanaco, y la abundante flora local, gracias a la excepcional vertiente existente en el lugar”. Gradín precisó que en el cerro (al que llama “morro”) se presume una ocupación más reciente, entre los siglos VIII al X (o sea unos 1.000 años atrás, “ayer a la tarde” como le gustaba decir a Rodolfo Casamiquela) porque se encontraron vestigios de alfarería.
El análisis del especialista es inteligente y ameno, aún para un lego en la materia, y despierta una serie de interrogantes. Algunas preguntas quedan sin respuesta, pero no caben dudas de que en el lugar hubo un importante asentamiento de los pueblos originarios. El aire del Bajo de Ramos es especial, se respira un micro clima particular y uno siente que todo el sitio trasunta su historia. Está la presencia del espíritu de los antiguos, hay emoción en el pecho.
Ser testigo directo, explorar y preservar
En el establecimiento ‘Tunquelén’, un emprendimiento de turismo rural que por ahora sólo ofrece sitio para acampar pero más adelante puede contar con una cabaña para alojamiento, un sendero lleva hacia lo alto de la barda. Allí hay dos chenques, tumbas preservadas por pilas de piedras prolijamente ordenadas que han resistido el paso de miles de años. El cronista siente que debe morigerar su curiosidad, mezclarla con una adecuada dosis de respeto y mantener el mayor silencio posible para que la observación de cada detalle se adapte a la sonoridad arisca del viento. Más tarde, escalando el Cerro Redondo, tiene la misma sensación. “No se puede trepar entre estas piedras con indiferencia, este es un lugar que estuvo poblado por los precursores, aquí descansan sus huesos y la memoria de sus sentimientos quedo adherida a la pretérita lava volcánica como la misma tenacidad de los líquenes” reflexiona.
Es positiva la exploración, pero nunca se debe descuidar la preservación. El daño que produce cualquier alteración del antiguo orden de las cosas ya no puede ser reparado.
Es muy doloroso ver que algunas de las pinturas rupestres han sido mancilladas con torpes, insustanciales, vanas y ridículas inscripciones o rayaduras. Está muy claro que alguien destrozó la pared rocosa con un instrumento cortante para separar un fragmento de un grabado. Los organismos del Estado que deben velar por este valioso patrimonio están totalmente ausentes. Al Bajo de Ramos Mexía se puede llegar con total comodidad en un vehículo urbano, ¿por qué no hay alguna protección, acompañando la señalización informativa que, además, jerarquice el sitio? Un compañero de la excursión le dice al cronista: “la provincia de Río Negro no tiene políticas de preservación de los vestigios del pasado, no hay cuidado con una pintura rupestre de 5.000 años de antigüedad ni con las preciosas escuelas de la época de Perón, que fueron construidas hace apenas 55 años”.
Una estación detenida en el tiempo
En contraste con la desidia relativa al cuidado de las pinturas rupestres la estación ferroviaria del pueblo de Ministro Ramos Mexía está celosamente mantenida por el escaso personal de la empresa provincial Tren Patagónico. Se trata de una construcción de chapa y madera que parece ser la original de cuando el trazado de la línea férrea llegó al lugar entre 1910 y 1911. Está bien pintada y conserva sus carteles y pizarras. Sobre el andén se destaca una curiosa construcción que fue antiguamente la oficina de los maquinistas, que cambiaban de turno en esa estación. Era común que en las instalaciones ferroviarias argentinas se usaran vagones de rezago para armar viviendas u oficinas, pero generalmente eran furgones cortos, de tipo postal o los llamados “de cola” que servían de refugio al guarda de un convoy de carga. En este caso se trata de un viejo coche de pasajeros (o tal vez uno de aquellos usados como aula móvil de capacitación) que alguna vez (hace más de 50 años, seguro) quedó fijo al costado del riel.
Algo más de la estación de Ramos Mexía (antes “Corral Chico”): el tanque de agua para las locomotoras parece estar esperando una calderera. Hay en ese lugar del pequeño pueblo sureño mucha historia vinculada al progreso, de aquel modelo de país que avanzaba confiado y feliz hacia un futuro que sería (debía ser) venturoso. La modesta estación trae nostalgias. En este sitio paraba unos 15 minutos, para recambio de personal y revisión, aquel famoso e increíble Tren Blanco de la década del 40. ¡Allí mismo el general Perón y Evita, en viaje de regreso desde Bariloche en abril de 1950, recibieron al maestro Juan Carlos Tassara y los alumnos de su escuela rancho que pedían por un edificio digno! ¡Y la escuela se hizo, está allí como otro signo del pasado!
Una comisaría de Pagano
La geografía del sur rionegrino está salpicada de obras públicas que corresponden a distintos momentos de su historia institucional y denotan las preocupaciones de los gobernantes de cada época. Los más importantes edificios policiales de la zona fueron construidos en la década del ’30, cuando el ingeniero Adalberto Pagano era gobernador del Territorio de Río Negro. En 1937, 2 años antes del cambio de denominación de Corral Chico por Ramos Mexía, se levantó allí, enfrente de la estación ferroviaria, una cómoda comisaría, con vivienda para su jefe, sistema de calefacción central, baño instalado y pisos de primera calidad. Hoy reclama arreglos. Nada en su frente indica que se trata de un edificio declarado “monumento histórico provincial” por la ley 3.945, sancionada y promulgada en el año 2005 a instancias del legislador radical Jorge Pascual. Otra vez el Estado ausente a la hora de la defensa y cuidado de su patrimonio.
Los jóvenes picapiedras
El cronista, que llegó a Ramos Mexía para presenciar el notable campeonato provincial de esquila, se encuentra de pronto, sorprendido, enfrente de un sencillo puesto de venta de artesanías elaboradas en piedra. “Son las piedras comunes que uno anda pateando por la calle, que nosotros levantamos, cortamos y pulimos para tratar de descubrir su tesoro interior” explica con sencillez Sergio Huilliqueo, de 24 años, uno de los dos emprendedores del taller de Artesanías en Piedras Preciosas, bautizado como ‘Los Picapiedras’. Muestra con natural orgullo los adornos tallados y una serie de llaveros y colgantes confeccionados con las piedras del lugar y comenta “nuestra idea es hacer conocer de alguna manera el valor del pueblo, creemos que las piedras preciosas pueden ser su identificación regional, como lo son las lajas para Los Menucos y la lana para Maquinchao”. David Ranao, de 22, su compañero de experiencia lo apoya y agrega “es una salida laboral y también una forma de permanecer en el pueblo, de evitar que el camino nos lleve, para defender al pueblo y su gente”. Sergio y David reconocen y agradecen la capacitación y estímulo que les brinda Pablo Carancini, del Museo Tello de Viedma, y dejan en claro que “estamos progresando, todavía somos aprendices pero vamos encaminados”, a la vez que expresan su mayor deseo del momento: poder exponer y vender en la Fiesta del 7 de Marzo, en Patagones.
Cae la tarde en un infinito despliegue rojo por el oeste inabarcable. “Un degüello de soles muestra la tarde, se han dormido las luce del pedregal” escribió Atahualpa Yupanqui. La crónica sobre Ramos Mexía tiene punto final, por ahora.
(ver, abajo, otros apuntes de este blog)


domingo, 7 de febrero de 2010

Una mirada respetuosa a los enterratorios indígenas del Bajo de Ramos Mexía



El bajo era un buen lugar para vivir. Los guanacos llegaban sedientos al manantial y era fácil cazarlos, para sacarles abrigo y comida. En el bajo había sombra y agua fresca. En el bajo casi nunca caía nieve, a pesar de los duros inviernos. Por eso estuvieron allí, los antiguos. Dejaron sus pinturas de misterio. Enterraron a sus muertos y levantaron las piedras de la memoria. Marcaron el territorio, ellos. Se fueron hace mucho, pero siguen estando. El aire respira silencios y el viento trae alguna melodía que el oído no puede entender. El bajo era un buen lugar para vivir y también fue un buen lugar para morir. Respeto, que nadie perturbe el descanso de los antiguos.
(Ver, más abajo, una breve descripción del Bajo de Ramos Mexía, antes 'Corral Chic0', en el sur de Río Negro)

El Bajo de Ramos Mexía, una sorpresa en medio de la meseta patagónica

La localidad de MinistroRamos Mexía está en plena meseta patagónica, en el sur de Río Negro. Es una estación de la línea ferroviaria que llega a Bariloche, es un pueblo que antes se llamó "Corral Chico", al costado de la ruta nacional 23 que ahora llega pavimentada hasta Los Menucos. A unos 1.000 metros de la población hay un "bajo", una depresión de unos 20 metros de profundidad, con casi 30 hectáreas de extensión. Un remanso verde, con un manantial que alimenta un rumoroso arroyito y algunas chacras cultivadas.
En ese sitio hay un cerro de escoria volcánica, que preserva pinturas rupestres de unos 5.000 años de antigüedad. Feron hechas por antiguas culturas indigenas, seguramente para dejar testimonio de su presencia y rendir homenaje a sus muertos.


Visitar el lugar es un privilegio. Pero es muy importante mantener el respeto por el patrimonio histórico cultural, no efectuar actos de vandalismo, ni dañar las valiosas pinturas. Una foto, con la historia de fondo, es el mejor de los recuerdos.



viernes, 15 de enero de 2010

Los loros barranqueros, nuestros amigos

Al sudoeste de la villa El Cóndor, cerca de Viedma, en un tramo de 12 kilómetros de acantilados, habita la colonia de loros barranqueros más numerosa del mundo. Los estudios de especialistas del Instituto Max Planck de Alemania señalan que hay unos 35 mil nidos activos en cada temporada de verano. Cada nido tiene una pareja, con sus pichones, que pueden llegar a ser hasta 5. El cálculo nos aproxima al número de unos 210 mil ejemplares de loros. ¡Una presencia extraordinaria! Que no pasa inadvertida, aunque hay quienes les tienen poca simpatía. Algunos dicen que estos simpáticos loros provocan pérdidas en los campos (falso: sólo se alimentan de bayas y semillas autóctonas, es decir que no les interesan el trigo, el maiz o el girasol) que cortan los cables de electricidad (erróneo: los cables se cortan por falta de mantenimiento) que hacen mucho ruido y no dejan dormir (sólo hacen un poco de estruendo al posarse y después... zzzz) y no faltará quien los acuse de ser culpables del costo de vida que no para de subir.

Otros, en cambio, como Juan Masello y su mujer, Petra Quillfeldt, (argentino él, alemana ella) los estudian cientificamente desde hace 12 años y para eso vienen todos los veranos desde Alemania y aquí hacen una serie de análisis y comprobaciones. Esta temporada 2009-2010 incorporaron un sistema de monitoreo satelital para estudiar adónde y cuánto vuelan, poniendole a 4 ajemplares un costoso y complejo transmisor en escala minúscula.


Colgado de la barranca con un arnés Juan estudia los nidos y controla las costumbres de los loros. Porque conocerlos mejor es, también, una forma de conocer algo más sobre los secretos de la naturaleza que nos rodea. Por eso, y otro montón de cosas, los loros barranqueros son nuestros amigos.