domingo, 28 de abril de 2013

Cuadernos de España: Pequeña guía para perderse en Sevilla

Todas las bellas ciudades invitan a perderse entre sus calles y callejuelas. Sevilla es bella y la invitación es irresistible. La Catedral y su torre de La Giralda, son monumentos magníficos que es imprescindible visitar (por varios motivos y entre otros porque en la Catedral se encuentra la tumba de Cristóbal Colón y uno no puede dejar de rendirle homenaje al ilustre navegante) pero, sin embargo y sin quitarle importancia por toda su significación, hay en las calles anónimas un aire de historia y música, de poesía y milagros, que las torna encantadoras todas las horas del día. Por eso mismo, perderse en Sevilla es también una buena forma de encontrarse con las formas y las texturas más delicadas y bien perfumadas por los azahares de cientos de naranjos. Para lograrlo, para llegar al exacto cometido de esta proposición, sólo basta con largarse a caminar con los ojos bien abiertos, plenos de curiosidad por intentar descubrir el misterio que aguarda a la vuelta de la esquina o al final del callejón. Perderse en Sevilla es como ir abriendo puertas en un castillo lleno de ilusiones fantásticas.














Perderse en Sevilla es una buena excusa, además, para hacer una pausa en un bar, tomarse una caña (medida de cerveza) bien helada y unas tapitas reconfortantes para el ánimo y el corazón.

jueves, 25 de abril de 2013

Cuadernos de España: andanzas del cronista por Jaén

El Cronista Patagónico llegó a la “muy noble y famosa, y muy leal ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla” (tal como aparece en la leyenda de su escudo) tras las huellas de don Francisco de Viedma y Narváez, fundador de esta comarca del río y del mar, nacido en aquellas latitudes andaluces por el año 1737.


La ruta desde Granada discurre entre suaves y prolijas serranías, donde el monocultivo de la oliva ofrece su repetida escenografía.

Miles de aceitunos están simétricamente alineado como infinitos puntos suspensivos de un relato de aceites y carozos que trepa por la sierras de Jaén, saludando al sol. Un relato de trabajo, donde estos andaluces de buena pasta, pasan sus días. Los olivos suben y bajan, llevados por las ondulaciones del paisaje, perdiéndose a veces entre las nubes bajas; como manchones sobre líneas perfectamente trazadas hacia el infinito. El mar de la aceituna se muestra quieto y sólido, seguro y potente. Los aceituneros (a quienes les cantó Miguel Hernández allá por 1937, mientras vivía en Jaén como responsable de la publicación republicana ‘Frente Sur’) son los protagonistas de la gesta anual de la cosecha, que reúne una formidable masa de 600.000 brazos en acción (o sea 300 mil trabajadores campesinos).

Mientras contempla el paisaje de las olivas el Cronista Patagónico piensa que puede compartir con las serranías andaluzas el mismo amor por las mesetas y los cerros patagónicos, porque sus ojos se adaptan y el corazón se predispone, generoso.

Nada visible queda, acerca de Viedma y Narváez en su tierra natal. El apellido original, con “be” larga, está plasmado en una calle que rinde homenaje a una escritora de principios del siglo 20, doña Patrocinio de Biedma y la Moneda. Pero no hay ningún vestigio concreto. Cuando el Cronista Patagónico le contó a algunos jiennenses que llegaba desde el extremo sur con el objeto de rendir homenaje al ilustre fundador de Carmen de Patagones y Viedma apenas recibió como respuesta comentarios como “mire usté…” o “vaya! irse tan lejos…”

De todas formas el CP pudo imaginarse que por alguna de aquellas callejuelas anduvo el hidalgo andaluz en sus menesteres. Quizás se reclinó ante el altar de la Virgen de la María Magdalena, sobre la calle de Santo Domingo, en el mismo barrio por donde surge y se concreta la leyenda “del lagarto de Jaén” (ver después, en un recuadro). Tal vez allí imploró la protección divina cuando el rey Carlos III le impuso la orden de navegar tantas leguas marinas hacia las costas patagónicas. ¿Alguna perla lacrimosa habrá quedado como testimonio perecedero? ¿Las paredes de ese templo, el más antiguo de Jaén, habrán sido testigos silenciosas de la plegaria del futuro fundador de poblaciones ultramarinas que le siguen rindiendo homenaje? Tan solo preguntas, tan solo…

Jaén aspira amabilidades provincianas y exhala historia de antiguo aliento. El vocablo árabe de “Yayyán” es la matriz del nombre que se impone en el uso a partir de 1246, cuando la dominación musulmana cae ante la conquista cristiana encabezada por el rey castellano Fernando III. Los baños árabes, construidos entre los sigos X y XI (hace nade menos que mil años) y restaurados de manera impecable en los subsuelos del palacio de Villardompardo hacia 1984, son valioso testimonio de la presencia arábica y una de las principales atracciones para el turismo histórico-cultural. También es imprescindible la visita al castillo de Santa Catalina, levantado en la majestuosa altura de una colina a partir de 1246, sobre la base de una alcazaba musulmana. Desde allí se observa el paisaje de los olivares y el corazón levanta vuelo.

Melchor Mesa, el pintor callejero, es uno de los máximos exponentes de la bohemia artística del Jaén contemporáneo. El Cronista Patagónico lo encontró en el Café Bar Nueva Delhi, de Francisco García Marín, en la calle Cerón. Estaba dándole las pinceladas finales a una de sus pinturas tituladas ‘Jaén puerto de mar’ (que constituyen una serie con cierta repetición y éxito asegurado, según confiesa el propio artista) y explicó que “es una visión imaginaria de la ciudad como si estuviese al borde del mar, y a la gente le gusta mucho y por eso ya llevo vendidos unos cuántos de este tipo”.

En la charla con Melchor y Paco el CP se entera que la canción con letra de Miguel Hernández ha sido adoptada, hace un par de años, como el himno de Jaén, por resolución de la Diputación que en este 2013 está cumpliendo dos siglos de existencia.

Vale ocuparse de esa letra, vibrante….

ANDALUCES DE JAEN, poema de Miguel Hernández, musicalizado por Paco Ibáñez.

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma, quién,

quién levantó los olivos,

andaluces de Jaén.

No los levantó la nada,

ni el dinero ni el señor,

sino la tierra callada,

el trabajo y el sudor

unidos al agua pura

y a los planetas unidos.

Los tres dieron la hermosura

de sus troncos retorcidos.

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma, quién,

quién levantó los olivos,

andaluces de Jaén.

Cuantos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos.



Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares.

No vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

pregunta mi alma, de quién,

de quién son estos olivos,

andaluces de Jaén.

Cuantos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos.

Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares.

No vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

Andaluces de Jaén.

Cuantos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos.

Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares.

No vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

Andaluces de Jaén.



El Cronista Patagónico se deja perder por las callejuelas del barrio de La Magdalena, donde hacia 1600 y tantos apareció un lagarto gigante que se engullía a la gente y a los animales de pastoreo cuando bajaban a la vertiente para saciar su sed. Ante la desesperación de los vecinos las autoridades pidieron la ayuda de algún voluntario que se atreviese a enfrentar a la fiera y la matara. Un preso se ofreció, poniendo la amnistía de sus crímenes como recompensa para la hazaña. Pidió un caballo, una bolsa de pan y otra con pólvora. Se acercó a la cueva del lagarto (donde vacíala vertiente) y provocó al animal, para que lo fuera siguiendo: mientras escapaba a caballo iba dejando un reguero de migas de pan que el reptil gigante se tragaba, hasta que al llegar a la plaza de San Ildefonso le arrojó la bolsa con pólvora, que el enorme lagarto engulló sin dudar… reventando al momento.

Una estatua recuerda al lagarto, y el sol calienta las veredas, mientras un grupo de jiennenses apura sus cañas de cerveza con el acompañamiento de unas tapitas, en el preámbulo del almuerzo familiar del sábado. Algún valiente habrá por allí, dispuesto a enfrentar a los modernos lagartos que aplican las recetas del Fondo Monetario Internacional. Un grafiti convoca a los jóvenes a la resistencia. ”Jaén, levántate brava sobre tus piedras lunares…”

 Jaén hoy, agua y sol.
Catedral de Jaén


 La Magdalena



 Arriba: baños árabes; abajo castillo de Santa Catalina



 Jóven andaluz: no emigres ¡quédate y lucha!
 El lagarto de Jaén

 Melchor Mesa y su "Jaén con puerto de mar"

domingo, 17 de febrero de 2013

Una noche de poemas y lluvia en Puerto Montt

La noche se puso lluviosa; pero tal vez fue al revés y era la lluvia que anochecía. Se pintó de brillos el pavimento de las calles de esa ciudad enredada, donde los taxistas manejan con violencia y los semáforos acechan en los cruces más inverosímiles. Estábamos en Puerto Montt y teníamos que llegar, desde los alrededores del centro, hasta la calle Puerto Williams al 500, cerca del súper Líder, en las afueras y en una remota población (que así le llaman los chilenos a los barrios). Le preguntamos a un señor, que paseaba su perro por la vereda, y muy solícito, y simpático, y amabilísimo (y no sé cuántas esdrújulas más) se prestó para darnos la necesaria orientación. El diálogo fue más o menos así.


Señor chileno: mire, en esta esquina de acá toma a la izquierda, y después en la otra a la derecha, y cuando llega al semáforo corto (creo que se refería a uno de cuatro pasos) vuelve a girar a la izquierda hasta llegar a la Panamericana… bueno esa avenida que nosotros llamamos la Panamericana…

Cronista argentino (yo): ah, sí, ya pasamos por allí, usted dice la avenida Presidente Allende… ¿verdad?

Señor Chileno: bueno, yo no lo quería nombrar… sí, por esa tiene que tomar, y sigue derecho hasta llegar a la rotonda, y allí toma a la derecha y van a ver el Líder…

Cuando el amabilísimo señor chileno (de derecha) hizo ese comentario, Dalia y yo nos cruzamos una rápida mirada como de “¿y si lo mandamos a la mierda?”; pero los buenos modales pudieron más que la indignación y, además, estábamos de visita y uno nunca sabe exactamente cuáles son las reglas de juego (los sistemas represivos, quiero decir) y tal vez en Chile uno pueda ser detenido por los Carabineros por insultar a un simpático señor de derecha que ofende la memoria de un presidente popular que se inmoló por una causa, y por la memoria de los miles de muertos asesinados por los amigos del solícito señor de derecha.

Con el sabor ácido que el inesperado comentario escuchado nos dejó en los labios hicimos el camino recomendado. Claro que el conductor (este cronista) se pasó de la rotonda indicada y entramos en la autovía, y tuvimos que avanzar como tres kilómetros hasta encontrar una salida y retoma, ¡y pagar después un peaje! (el señor simpático, de derecha, seguramente nos había mandado una maldición) y finalmente dimos con la avenida que lleva para el súper Líder y atrás ubicamos a la calle Puerto Williams y la casita donde nos esperaban los amigos y la poesía y unas cosillas ricas y ese buen tinto chileno que Dios bendiga a las vides del otro lado de los Andes. La noche estaba lluviosa, qué maravilla.



Con Elsa Pérez Carrasco (la anfitriona) y Alejandra Wolleter ya nos conocíamos desde el emotivo encuentro de Palena (a fines de abril del 2012, convocados por ese ángel de las letras que se llama Bernardita Hurtado Low); a Manuel Moraga Vidal recién lo teníamos incorporado después de la tarde de anticuchos (nosotros, en cambio, usamos la voz extranjera de ‘brochette’) y buen vino y lecturas en lo de Patricia Medina y Neftalí Silva en Maullín; y allí en la calle Puerto Williams amarró a nuestros afectos otro poeta de garra: Nelson Reyes. La lluvia estaba maravillosa, qué noche.



Hubo charlas con fragmentos de las historias de vida de cada uno de nosotros. Los platillos con preparados ricos y salados aparecían como por arte de magia y desaparecían –ya vacíos- con el mismo encanto de la prestidigitación gustosa por los sabores del mar, que cuando están acompañados por los amigos son más apetitosos todavía. Y de los vinos ni hablar, que la Elsita sí que sabe elegirlos.









Después vino la lectura. Y quiero que mis amigos del blog puedan disfrutar de algunos mezquinos recortes de los poemas de ese puñado de escritores de Puerto Montt que construyen sus trincheras de palabras para vivir en plenario de imágenes y sentimientos.



De Elsa Pérez Carrasco.

“Si saliera a buscarte me faltaría tiempo/ y las manos se me caerían a pedazos/ como el tatuaje de tus brazos en mis rodillas/ Si fuera tras tu sombra de huesos/ no sabría como protegerte del frío/ ni del hambre eterna de mis brazos”. (En “Letras de banco”)



De Manuel Moraga Vidal.

“Estas nubes sólo esperan caricias/ del álamo silencioso del verano/ cuando llueve en esta primavera/ los pájaros clavan sus uñas a la piedra/ pero duermo como el jueves/ en una cama de crisantemos/ ahora que estás parado en mis acantilados/ el silencio son tus ojos/ el pelo que te arreglaste en el otoño/ cuando todo era humo en este bar/ acariciaste con una sonrisa/ la sinfonía que te estaba tarareando/ la gente se disolvió por las ventanas/ el miedo se arropó en estos abismos/ en tu sombrero no habían conejos, mago/ sólo una ruta que no tenía señales”. (En “Desmadrada”)



De Alejandra Wolleter.

“Cotidiano llevaba por nombre el hombrecillo que fijaba la punta del paraguas en su zapatón. Cotidiana, la mujer que levantaba un párpado y se quedaba tendida en la cama escuchando el ruido de la lluvia taladrar definitiva su cabeza. Pero se levanta Cotidiana, mira cuánto han cambiado las cosas, cómo las ligustrinas forman casi una cortina cubriendo la ventana y en eso está, que no se acuerda de acordarse de sí, de ponerse ropa, para no seguir siendo tan tremendamente cotidiana porque no cae en la cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas, tantas cosas. (En “Cosa de palabras”)



De Nelson Reyes.

“Otras fueron las estrellas/ que se colgaron de tu cielo/ desde que el eco de tu risa/ no se oyó más a la hora del recreo. // Otra fue la historia/ que se escribió en tu paisaje/ cuando tuviste que cambiar el jumper por el maternal/ y nosotros, nata fresca,/ no nos explicábamos/ tu ausencia a la clase de filosofía/ justo cuando comenzó el capítulo de ética y moral”. (En “Testigos oculares”)



Yo les dejé el relato de Herminia, la muchacha de pueblo que descubre que puede “escuchar” los pensamientos ajenos (de un libro de relatos costumbristas que tengo en elaboración) y de la biblioteca viajera saqué “Los casos de Villa Intranquila” de Ramón Minieri, poeta-historiador-narrador de Río Colorado, como para poner un poco de humor sobre la mesa bien regada.



Primero Alejandra se perdió por la puerta, urgida por compromisos familiares. Después ya era tiempo de partida. Tras los abrazos con la dueña de casa nos fuimos por las calles platinadas con Manuel y Nelson y todo el vino, en nuestro coche. Ellos nos fueron guiando por la maraña, calmo el tránsito en una ciudad que no tiene noche, con acotaciones que eran poesía y vida, atravesando encrucijadas de tres luces y oscuros horizontes de muchas nubes. En una esquina que ya nunca más podría encontrar los dos pasajeros de la lluvia se bajaron y nos despedimos con los hombros salpicados. Fue una noche de poemas llovidos en Puerto Montt., a la que quisiera volver.

domingo, 10 de febrero de 2013

La isla de Chiloé trata de resistir

La isla de Chiloé, gema preciosa en el sur de Chile, trata de resistir. Trata de resistir de la ruidosa invasión de turistas ávidos de mesas suculentas y baratijas que les venden bajo el disfraz de lo artesanal, por encima del rugido indolente de los camiones que la cruzan de punta a punta con ansiosa carga de salmones for export, más allá del desdén comercial por el patrimonio histórico demostrado en la aparatosa construcción de un súper centro de ventas (los hermanos chilenos se someten a la expresión extranjera de “mall”) a pocos metros de los tradicionales y conspicuos palafitos.

La cultura chilota, enriquecida con diversos aportes, subsiste y se defiende, pero sufre ataques permanentes. En la ruta principal que la atraviesa sobran carteles que avisan sobre cabañas, restaurantes y hoteles; pero faltan referencias visibles sobre los sitios de interés artístico e histórico. El desorden del tránsito amontonado en las zonas céntricas de las ciudades de Ancud y Castro no permite la pacífica y atenta observación de sus bellas construcciones de arquitectura particular. La planificación de áreas exclusivamente peatonales sería una solución para este problema, como ocurre en algunos barrios de Buenos Aires, Cusco, Lima, La Paz, Montevideo, Colonia y otras urbes latinoamericanas de enorme riqueza patrimonial, donde el visitante puede caminar, mirar, sentarse en un banco, sacar fotos y filmar, sin verse amenazado por autobuses y otros vehículos.

En medio del caos consumista se destaca, por su inmenso valor, la Fundación Amigos de las Iglesias de Chiloé, con base en Ancud, que promueve el descubrimiento y valoración de los edificios religiosos, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que se hallan diseminados por toda la isla. Esta organización sin fines de lucro propone la recorrida por la Ruta de las Iglesias, que arranca en el Centro de Visitantes del Ex Convento de la Inmaculada Concepción de Ancud. Allí se presentan las maquetas a escala de los hermosos templos y se explican las tareas de preservación y restauración sobre las obras pertenecientes a la “escuela chilota de arquitectura en madera”. En el mismo sitio funcionan un excepcional mercado de artesanías y una librería bien surtida en material fotográfico y documental.





Chiloé resiste, porque a pesar de la excesiva pigmentación amarilla de la renovada pintura de la Iglesia de San Francisco, en Castro (levantada hacia 1906), en su fresco interior el tiempo parece detenido y es posible meditar, y quizás elevar una oración, alejado por algunos minutos del frenesí multicolor del exterior.





Chiloé resiste, porque en  el mercado de la misma ciudad de Castro los tejidos en lanas siguen siendo exponentes de los antiguos saberes, transmitidos de madres, de abuelas a nietas, junto al fogón familiar.
Chiloé resiste, porque el puerto de Ancud sigue ofreciendo el espectáculo impagable de la calma posterior a la dura faena de los pescadores, cuando las siluetas de las barcas se recortan como fantasías de la luz.



Chiloé resiste, porque el sol se desangra lentamente y agoniza con la tarde , para que el cielo de fuego nos despida por el canal de Chacao, de regreso al continente, con algunas tristezas en la mochila; pero siempre reconfortados por la Pincoya, que se nos instala a bordo del corazón, para protegernos de todo mal.





sábado, 9 de febrero de 2013

Carelmapu, horizonte en movimiento, festín de embarcaciones

Carelmapu, tierra verde, tierra de huiliches y araucanos antes que el español, tierra de mar sembrado de peces y mariscos en cantidad suficiente como para alimentar cientos de ejércitos. Desborde de la naturaleza, horizonte en movimento, frontera continental del sur chileno, escenario sin telón, abierto al canal de Chacao y a pocos pasos náuticos de la isla mítica de Chiloé. Refugio de las redes y las artes de la pesca, territorio marino del dolor en tiempos de maremotos, caleta de recalada para todos los vientos, para los vencedores y para los vencidos.  “Carelmapu, que emerge desde el sur, es festín de embarcaciones, congreso de pescadores, pleno de mariscales, botes…y Candelaria”. Porque la fe es como una tormenta que, sin presagios, se desencadena en cada mes de febrero, para certificar que  los hombres están presos de su destino sí, pero que también hay esperanza y porvenir. Carelmapu, cielo y barcos, brazos de sol y sal, soledad en tierra y compañía en la marea, pasión de barlovento, anclas para la emoción, cabos y bitas para el amarre de las historias, pasión y gaviotas concentradas en su festín. Cielos que devuelven las ilusiones de los marineros transformadas en nubes plenas de imaginación.  “Si no has visto caer el sol en el mar en la Caleta de Carelmapu no puedes decir que conoces el sur de Chile”.












Todo el primer texto que aparece entre comillas es un fragmento de la Cantata Maullín, Memorias de un Río, de Patricia Medina. El segundo texto entrecomillado, al final de la crónica, es una frase escuchada al pasar.