La serie de libros sobre las mesetas patagónicas, Freddy Masera, el coordinador
Freddy Masera es un sociólogo apasionado por las mesetas patagónicas, que viene estudiando hace casi 20 años. Dotado de una visión ampliamente humanista y una profunda capacidad de observación se convirtió en el director de una serie de publicaciones científicas de consulta imprescindible para el conocimiento de la región.
Acaba de aparecer el volumen de 470 páginas titulado “Los ríos mesetarios norpatagónicos; aguas generosas del Ande al Atlántico”, cerrando un ciclo que se inició en 1993 con la obra “La meseta patagónica del Somuncurá, un horizonte en movimiento”. Freddy ha sido el coordinador de los equipos interdisciplinarios que realizaron las investigaciones, conformados por historiadores, geógrafos, arqueólogos, antropólogos, biólogos, geólogos, economistas, literatos, guardaparques, y licenciados en turismo.
Durante estas dos décadas Masera luchó sin desmayo, ni tiempo para el descanso, contra todo tipo de dificultades administrativas y presupuestarias para lograr cada una de las ediciones. La tarea no fue fácil y sufrió la discontinuidad de los planteles jerárquicos de carácter político, lo que ha sido una de las características más despreciables de la sumatoria de las distintas gestiones gubernamentales de Río Negro desde 1993 hasta la fecha; hecho incongruente con la perfecta continuidad del signo partidario en las sucesivos elencos, pues por un lado el radicalismo se aseguró la permanencia en los despachos pero los cambios de protagonistas y la discontinuidad de planes de acción ha sido notoria, sobre todo en temas relativos a la cultura, la investigación y la planificación.
De todas maneras, superando trabas e indiferencias (las segundas quizás más nocivas que las primeras) Freddy Masera concretó 5 libros bajo el sello editor de la secretaria de Acción Social y su formato actual: ministerio de Familia. El último de la serie, “Los ríos mesetarios…” fue editado por el ministerio de Producción.
Pero estos editores lo fueron sólo en lo formal, ya que el financiamiento de las impresiones –que tuvieron formato y estilo homogéneo- se obtuvo mediante auspicios diversos y el compromiso para la adquisición de ejemplares por parte de organismos públicos. Lo que debió ser consecuencia de una política editorial asumida seria y responsablemente por el Estado fue, en realidad, resultado de la tenacidad de un emprendedor, con el acompañamiento de su variopinto equipo de colaboradores intelectuales, reuniendo recursos con cierta dosis de azar. Por eso es importante darle la palabra a Ricardo Fredy Masera, reconocerle dotes de empecinado taumaturgo y dejar que sea su voz la que nos ubique en el contexto.
Las mesetas
¿Por qué el análisis de las mesetas en particular? fue la primera pregunta de la charla del cronista con este inquieto hacedor de libros.
“La Patagonia está conformada por la cordillera de los Andes en su porción austral, toda una región central mesetaria y la costa del Atlántico. Las mesetas centrales caen escalonadamente desde la precordillera hacia el mar. Por eso el libro anterior se llama “Las mesetas patagónicas que caen al mar: la costa rionegrina”, porque los acantilados que vemos son las mesetas que se cortan a pique.
Estas mesetas arrancan en los departamentos del sur pampeano y se extienden hasta el norte de la Isla de la Tierra del Fuego. El término meseta, al que reivindicamos siempre, es muy usado pero a veces confundido. Porque es un término geomorfológico y, entonces, las mesetas pueden tener lugares selváticos, o pueden tener el tapiz vegetal del espinel mezclado con el monte, o pueden ser esteparias.
Las zonas de transición entre dos regiones de aspecto diferente es lo que se llama el ecotono, y en el Somuncurá está muy claro como, hacia el sur, el monte se convierte en estepa.
El primer libro estuvo referido a Somuncurá por mis observaciones previas, en los tiempos en que estaba viviendo en El Bolsón y viajaba por la zona; además de las referencias de tono misterioso que me llegaban por intermedio de amigos como Guillermo Serra Peirano. Me puse a leer los estudios previos existentes, comprobé que había sido muy transitada por naturalistas y arqueólogos, pero no se encontraba material escrito desde el punto de vista de las ciencias sociales. Así fue que se encaró el relevamiento de Somuncurá, a partir de un subsidio del Conicet al ministerio de Asuntos Sociales, que tuvo una primera edición muy rústica en 1993; y una segunda costeada en conjunto con la provincia del Chubut en 1998.”
Los que siguieron
“A partir del prestigio que se supo ganar el libro del Somuncurá, que nos alcanzó naturalmente a todos quienes integramos el equipo de trabajo y a mí como coordinador, encaramos la continuidad del proyecto. Yo le había echado el ojo a otra meseta, la de El Cuy, porque me parecía uno de los espacios más excéntricos del territorio de Río Negro, con un enorme vacío poblacional, un sitio por donde nunca pasó el ferrocarril, el antiguo paso de las huellas de carretas que unían General Roca con lo que hoy se llama Jacobacci y otros parajes de la zona, y características geomorfológicas interesantes.
El tercer libro avanzó en otro recorte, sobre la base de esta idea de analizar las mesetas en particular, pero en este caso nos permitió adentrarnos en uno de los diez bajos más importantes del mundo, el segundo en importancia en el país después de San Julián. El Bajo del Gualicho, donde el relieve se invierte rodeado de mesetas, nos ofrecía todos sus interrogantes y leyendas. Trabajamos con el instrumental satelital más moderno y realizamos la medición de su profundidad, para comprobar que tiene 72 metros por debajo del nivel del mar en el punto donde pusimos dos mojones en dos sitios de la gran salina, que nos dimos el gusto de bautizar (como hacían antaño los exploradores) con los nombres de Península de los Leones, pues por allí cerca encontramos huellas de pumas, e Islote de los Guanacos, por la presencia sorpresiva de esos bellos camélidos que aparecen y desaparecen de la nada.
El cuarto libro se apartó del abordaje multidisciplinario de las mesetas, para darle jerarquía propia a varios trabajos inéditos del arqueólogo Carlos Gradín y se tituló, precisamente, “Arqueología de Río Negro” conteniendo una serie de descripciones de enorme valor, con apuntes a mano tomados por el propio Gradín en diversos yacimientos arquelógicos de la región sur.
En el paso siguiente nos ocupamos de un tema del que ya veníamos hablando en el equipo: el estudio de la costa. Cuando arranca una investigación a veces se deja la cuestión del título para el final, pero en otras ocasiones se empieza por allí, porque nos llama como si fuera una meta a la que se debe llegar. Esto me pasó en este caso, porque el título se impuso solo. Así empezó “Las mesetas patagónicas que caen al mar” con el análisis de la costa de los acantilados y todos sus componentes.
Pero faltaba meterse en los ríos. La propuesta aparecía como un desafío de la gente del Departamento Provincial de Aguas: ¿por qué no se meten con el río Negro?, y de pronto me puse a pensarlo más en detalle y noté que estos ríos nuestros son alóctonos en la mayor parte de su recorrido, es decir que no reciben afluentes, y descubrí la entidad común, de los ríos mesetarios.
A las mesetas las recortamos por sus aspectos significativos según las especies vegetales y animales endémicas, es decir que sólo existen en un lugar del planeta, por su geomorfología o su geología, y por los aspectos que le dan identificación independiente.”
La narrativa oral
Desde aquella primera mirada en profundidad sobre el apasionante ámbito de Somuncurá cada uno de los libros dedicados a las mesetas contiene un capítulo dedicado específicamente a los testimonios de los pobladores de cada sitio, lo que se dio en llamar la “narrativa oral.”
Masera dijo, sobre el particular. “Nosotros sabíamos que en el Somuncurá íbamos a encontrar mucha gente de ascendencia indígena y nos interesaba la conservación del idioma, las leyendas y las tradiciones religiosas, como el camaruco y el nguillatún; algo similar ocurrió en El Cuy; y por cierto en el Gualicho nos adentramos en la leyenda de la Salamanca y de don Bernabé Lucero.
“No hacemos etnografía interpretativa porque eso implica entrar en la variantes lingüísticas y semiológicas, pero ponemos mucho cuidado en el rescate de la trascripción fiel y exacta de lo que dicen las personas entrevistadas para los capítulos de la narrativa oral.
Una preocupación, en ese sentido, es no efectuar ninguna modificación ni agregado. O sea que si el poblador se traga las ‘eses’ y dice, por ejemplo, ‘lo chico están en la escuela’ lo copiamos tal cual.; y ponemos los silencios con puntos suspensivos; para que el lector pueda “oír” a la gente.
Por eso es natural que los capítulos de la narrativa oral sean los que tienen mayor aceptación y sabemos que en muchos casos son la única parte del libro que se lee intensamente.”
Navegando desde el Ande
Veamos ahora algún detalle del más reciente de los productos de esta serie excepcional. Tiene 12 capítulos donde se describen distintos abordajes a los cursos de los ríos Limay, Neuquén, Negro y Colorado. Estas partes fueron escritas por Rodolfo Casamiquela (hizo su aporte pocos meses antes e su muerte, ocurrida en diciembre de 2008); Laura Miotti; Mónica Alejandra Berón; Gustavo A. Martínez; Estela Mónica Cúneo; Eduardo Crivelli Montero; Luciano Prates; Hernán Cortés, Juana Lew; Anahí Membribe, Verónica Cortese, Rubén García y el propio Freddy, por supuesto.
El subtítulo (“Aguas generosas del Ande al Atlántico”) revela el espíritu poético del coordinador, un hombre que admite profunda admiración y respeto por las intensas correntadas del río Negro, del que es vecino en la costa viedmense. Pero además Ricardo Freddy Masera (72) todos los veranos participa en la competencia de natación de aguas abiertas de puente a puente y en los cruces de orilla a orilla, y por eso dice, con justificada razón, “a este río lo conozco bien por adentro”.