Las pocas veces que he tenido la oportunidad de viajar al
exterior me sentí muy orgulloso de mi nacionalidad argentina; sobre todo en
estos últimos diez años, por los logros alcanzados desde el arranque del
proyecto Nacional y Popular que encabezó Néstor Kirchner y sigue adelante bajo
la conducción de Cristina. Pero más recientemente, durante el paseo que hicimos
por Cuba con mi compañera Dalia, me he sentido mucho más argentino, inspirado
por la evocación permanente de la figura relevante del Comandante Ernesto CHE Guevara.
En Cuba se respiran los rastros del CHE por todas partes.
Resuena su voz amable y segura, voz de mando sin prepotencias innecesarias, en
la casona del morro de La Habana que fue su cuartel operativo en las primeras
semanas de enero de 1959. Su imagen es ícono de Libertad y Justicia en el
monumental relieve de la Plaza de la Revolución –también en la capital cubana- jugando con los contrastes de la luz matinal y
los reflejos brillantes de los reflectores nocturnos, creciendo en la
perspectiva, como crece la fortaleza de su pensamiento revolucionario.
En Cuba se respiran los rastros del CHE por todas partes.
Resuena su voz amable y segura, voz de mando sin prepotencias innecesarias, en
la casona del morro de La Habana que fue su cuartel operativo en las primeras
semanas de enero de 1959. Su imagen es ícono de Libertad y Justicia en el
monumental relieve de la Plaza de la Revolución –también en la capital cubana- jugando con los contrastes de la luz matinal y
los reflejos brillantes de los reflectores nocturnos, creciendo en la
perspectiva, como crece la fortaleza de su pensamiento revolucionario.
En Santa Clara, escenario principal de su coraje combatiente,
uno se queda sin aliento ante la
monumental estatua que preside el memorial ; en tanto más abajo, en una especie
de bóveda, se guardan sus restos en modesto túmulo, rodeado de sus compañeros
de la guerrilla en Bolivia. Afuera la sombra que proyecta la escultura se va desplazando
con el avance del día, como si fuese
señalando los caminos hacia donde debe avanzar la lucha inconclusa por sus
ideales. Las palabras de su célebre carta de despedida de Fidel y del pueblo
cubano están grabadas en relieve, como testimonio inalterable para los tiempos de los tiempos; y los objetos personales suyos que se exhiben
allí cerca, en el museo ubicado junto al mausoleo, parecen tener frescas aún sus huellas
digitales. Todo el conjunto del parque
de homenaje es solemne, pero en algunas noches el enorme playón que está
enfrente del monumento se llena de música, color y juventud con festivales populares como el que pudimos ver con la actuación
de la cantante Laritza Bacallao .
No lejos del parque monumental está el edificio del Hotel Santa Clara Libre,
con el revoque del frente perforado por los impactos de las balas de los rifles
revolucionarios, en aquel vibrante
combate del 29 de diciembre de 1958; y también se puede visitar la recreación
del heroico asalto al tren blindado, y más allá está esa singular estatua del
CHE con un niño en brazos, en el acceso a la sede del Partido Comunista; sede del corralón de obras públicas, donde el
Comandante ordenó apropiarse de una máquina vial para levantar los rieles y forzar
el descarrilamiento del convoy, repleto de soldados de la dictadura que
terminaron rindiéndose y entregando su armamento.
La letra de la famosa canción de Carlos Puebla resuena como
un eco de memoria antigua. “Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia
de tu querida presencia, Comandante Che Guevara. Tu mano, gloriosa y fuerte, sobre la historia dispara, cuando todo Santa Clara
se despierta para verte”. ¡Y nosotros estábamos allí, en esos mismos lugares,
caminando por las mismas calles por donde el CHE avanzó triunfal despertando a
los santaclareños!.
En toda Cuba hay una cercanía intensa y emotiva con los
recuerdos del CHE que brotan a cada paso, con la evocación del ícono como guía y ejemplo por el
sostenimiento de la Revolución. Yo me sentí más orgullosamente argentino que
nunca, no porque la cuestión de la nacionalidad certifique por si sola alguna
forma de virtud política o social, sino porque ser coterráneo y casi contemporáneo del CHE
(cuando lo mataron yo no había cumplido aún los 17 años) es una especie de categoría de la actitud ante la vida. Tal vez porque pertenezco a esa
generación diezmada por haber soñado con una Patria Americana Libre y
Socialista, con el CHE y FIDEL como guías y referencias; porque soy uno de
aquellos que –hace 37 años- sintió en las calles de Buenos Aires el terror por
la represión y la desaparición de personas muy cercanas, cuando tener un poster
del CHE en la pared de la habitación era un “delito contra la Patria”. Y
también porque ahora, bajo el amparo de la plena vigencia del Estado de derecho
en nuestra recuperada democracia, la exaltación de la venerada figura del
CHE adquiere otra dimensión, como si nos
estuviésemos concediendo licencias que antes, unas tres décadas atrás, nos
estaban cercenadas.
Finalmente me permito recomendarle a quien programe su viaje
a Cuba le destine el tiempo necesario a la visita a los museos y sitios conmemorativos
del CHE, para sentir ese privilegio de argentinidad potenciada que disfrutamos
nosotros. Porque en Cuba la sombra del CHE arde tanto como su sol caribeño.