martes, 11 de mayo de 2010

Hacia Esquel para encontrarme con dos amigos de letras y papel: Elías y Bruno

Elías Chucair y Julia Chaktoura, durante el homenaje al "Patriarca de las letras rionegrinas"; abajo las niñas del ballet de la colectividad libanesa de Esquel.


Arriba Bruno Di Benedetto, poeta y narrador; abajo Laura Casariego, narradora, en el momento de las "Crónicas de muertes dudosas".


Claro, no era necesario viajar mil kilómetros, entre la Comarca de Patagones-Viedma y la ciudad cordillerana chubutense de Esquel. Digo, quizás no hacía falta semejante recorrido para confirmar mis afectos con Elías Chucair y Bruno Di Benedetto.
Elías, muy cercano a cumplir sus 84 otoños, es el patriarca de los narradores rionegrinos y me enseñó, con modales suaves y humildad bien entendida, la importancia de escuchar y recoger los testimonios de la gente. Marcó un sendero, porque ejerce desde hace 40 años la labor del cronista que pinta su aldea con la seguridad de abarcar todo el mundo y sus infinitos matices.
Empecé a leer a Chucair hace unas tres décadas (la primera vez que lo escuché fue por 1975 en un programa de radio Nacional, cuando yo aún vivía en Buenos Aires); y puedo reconocerme como amigo suyo desde hace un lustro. Algunos de sus cuentos y poemas, pero sobre todo el chispeante anecdotario de pago chico, me inspiran en la contemplación del costumbrismo, como fuente de vida.
Con Bruno la relación es más reciente, fogoneada por la contemporaneidad generacional (le llevo 5 años de ventaja ¿o desventaja? en la vida) y la profunda admiración hacia su oficio de poeta narrador. Que alguna de mis reconstrucciones históricas le aportase material para una de sus extraordinarias “Crónicas de muertes dudosas” (Premio Casa de las Américas, 2010) me llena de orgullo. Tengo en mi mesa de luz sus dos libros más recientes (“Country” y “Vengan juntos”) y ciertos fragmentos me inspiran sueños reveladores. “No muy lejos unas casitas de cartón y chapa brillan bajo la luna, como los últimos dientes de una boca enferma”. “Y la memoria, una densa masa de recuerdos localizados en el cerebro, pero que pesan en el pecho”. Bruno Di Benedetto me inquieta, por eso lo aprecio.
Mil kilómetros hicimos, Dalia (mi mujer) y yo, para compartir momentos del “Esquel Literario 2010” en los cuales estos dos amigos de letras, papel y talento, fueron el centro de atención de todas las miradas. No era necesario, era imprescindible. Una orden de la voluntad.
Elías tuvo la acertada introducción de su editora desde hace varios años: Julia Chaktoura. Después, él, agradeció con emoción verdadera y derramó varios poemas de sur, soledad y dolor. Pinturas de Patagonia, territorio de su creación. Más tarde hubo delicadas danzas árabes, porque se sumó en el homenaje la colectividad libanesa de Esquel.
Bruno precisó detalles del proceso creativo de sus “muertes dudosas”, con ese humor auténtico y autocrítico que transmite en sus escritos. Leyó varios de sus poemas narrativos y nos regaló la presencia de la narradora Laura Casariego, con otra de sus obras, deliciosamente interpretada. Historias con magia, personajes creíbles y recortados sobre el telón de la fantasía, sin límites geográficos, pero ambientadas por aquí cerca.
Mil kilómetros. Era necesario. Hay que hacer lo necesario en el momento oportuno, después es tarde para arrepentirse.
Carlos Espinosa
(Hubo mucho más en el “Esquel Literario 2010” en otros apuntes les cuento)




2 comentarios:

  1. Carlos, cómo me hubiera gustado acompañarlos para homenajear a Don Elías! Gracias por compartir en tu blog.
    Caroline

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  2. quiero más!!! más crónicas y con detalles, qué se bebió y cuánto!!!

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