El sol nos acompañó todo el tiempo. En los viajes de ida y vuelta, durante el desarrollo del encuentro del Esquel Literario 2010.
Hubo sol intenso en el debate acerca de las razones (y sinrazones) de la identidad de la literatura en la Patagonia. Apenas nos habíamos acomodado, en las sillas del confortable salón del Centro Cultural Melipal, cuando Julia Chaktoura se despachó con su ponencia sobre los atropellos de Mempo Giardinelli en su final de novela, porque (según parece) el chaqueño no tiene blasones suficientes que justifiquen su atrevimiento por describir nuestro territorio.
La antinomia patagónicos-foráneos quedó plantada, como una estaca de álamo de esas que si reciben un poco de agua y sol se brotan enseguida. Precisamente, como el sol abundaba los brotes no tardaron en aparecer.
Hugo Covaro, Pablo Salguero, Ariel Uranga, Silvia Mellado y Laura Nuñez hicieron también sus buenos planteos en la materia. Hubo enfoques diferentes, pero una coincidencia: debemos asumirnos en la Patagonia como protagonistas de un espacio que en lo geográfico y social tiene características propias. La literatura que emerge de ese protagonismo será una contribución más o menos eficaz (parámetros de calidad mediante y lograda una buena comunicación con los lectores) para ejercer, sin autoritarismo, el derecho de la identidad patagónica. ¡A escribir, que de eso se trata!
Las voces más jóvenes pusieron su propia cuota de sol. Paula Prengler y su sorprendente pez globo en spot fílmico; las chicas de la revista Proletarios; Nadine Aleman; Andrés Fattori; Paloma De Vera y otras adolescentes. Todo lo nuevo, todo lo sano, todo lo que está por venir.
Desde Chile voces hermanas. Mario Enrique Contreras Vega (una ponencia que apenas esbozó, pero promete, acerca de la contraposición entre oralidad e historia); y Bernardita Hurtado Low (con su mágica recopilación de fotos históricas de Alto Palena).
La gente del diario Jornada presentó su impactante y esperanzador plan editorial, con publicaciones de Marcelo Eckhardt, Pablo Lo Presti y Walter García Moreno. Pero sin Jorge Spíndola, poeta y periodista de enorme estatura, que fue el creador de la revista Tela de Rayón y tras su despido (injustificado, por cierto) se quedó sin el título que ahora sigue usando el matutino. Una ausencia que se notaba.
El sol brillaba, de todas formas, porque salían del pecho y la guitarra de Ariel Manquipán (que trajo canciones con aire sur) y de Néstor Martínez (una referencia musical del sur) que acompaño el homenaje a Elías Chucair y olvidé mencionar en la crónica respectiva.
Hacia el cierre el reconocimiento a Donald Borsella, cuya imagen nos acompañó todo el tiempo desde el telón de fondo. Juan Carlos Moisés no pudo llegar, pero su hermosa evocación (vivaz y emotiva) fue leída por Gustavo De Vera. (Dicen que Borsella pasó por la sala, pegó un vistazo y salió hacia la calle… solitario y en silencio)l
Alguien quiere saber cómo fueron las comidas, las charlas informales, los intercambios de literatura pura. Los platos estaban ricos y, casi siempre, abundantes. Las pocas horas de sueño (pocas, digo, por las trasnochadas) no dejaron lugar para la peña libre; pero los libros pasaron de mano en mano, que eso es lo bueno. Yo me traje unos cuantos, porque comprar los libros de amigos es un acto de solidaridad.
Esquel de otoño tiene un sol especial. Que brilla a toda hora.
Hubo sol intenso en el debate acerca de las razones (y sinrazones) de la identidad de la literatura en la Patagonia. Apenas nos habíamos acomodado, en las sillas del confortable salón del Centro Cultural Melipal, cuando Julia Chaktoura se despachó con su ponencia sobre los atropellos de Mempo Giardinelli en su final de novela, porque (según parece) el chaqueño no tiene blasones suficientes que justifiquen su atrevimiento por describir nuestro territorio.
La antinomia patagónicos-foráneos quedó plantada, como una estaca de álamo de esas que si reciben un poco de agua y sol se brotan enseguida. Precisamente, como el sol abundaba los brotes no tardaron en aparecer.
Hugo Covaro, Pablo Salguero, Ariel Uranga, Silvia Mellado y Laura Nuñez hicieron también sus buenos planteos en la materia. Hubo enfoques diferentes, pero una coincidencia: debemos asumirnos en la Patagonia como protagonistas de un espacio que en lo geográfico y social tiene características propias. La literatura que emerge de ese protagonismo será una contribución más o menos eficaz (parámetros de calidad mediante y lograda una buena comunicación con los lectores) para ejercer, sin autoritarismo, el derecho de la identidad patagónica. ¡A escribir, que de eso se trata!
Las voces más jóvenes pusieron su propia cuota de sol. Paula Prengler y su sorprendente pez globo en spot fílmico; las chicas de la revista Proletarios; Nadine Aleman; Andrés Fattori; Paloma De Vera y otras adolescentes. Todo lo nuevo, todo lo sano, todo lo que está por venir.
Desde Chile voces hermanas. Mario Enrique Contreras Vega (una ponencia que apenas esbozó, pero promete, acerca de la contraposición entre oralidad e historia); y Bernardita Hurtado Low (con su mágica recopilación de fotos históricas de Alto Palena).
La gente del diario Jornada presentó su impactante y esperanzador plan editorial, con publicaciones de Marcelo Eckhardt, Pablo Lo Presti y Walter García Moreno. Pero sin Jorge Spíndola, poeta y periodista de enorme estatura, que fue el creador de la revista Tela de Rayón y tras su despido (injustificado, por cierto) se quedó sin el título que ahora sigue usando el matutino. Una ausencia que se notaba.
El sol brillaba, de todas formas, porque salían del pecho y la guitarra de Ariel Manquipán (que trajo canciones con aire sur) y de Néstor Martínez (una referencia musical del sur) que acompaño el homenaje a Elías Chucair y olvidé mencionar en la crónica respectiva.
Hacia el cierre el reconocimiento a Donald Borsella, cuya imagen nos acompañó todo el tiempo desde el telón de fondo. Juan Carlos Moisés no pudo llegar, pero su hermosa evocación (vivaz y emotiva) fue leída por Gustavo De Vera. (Dicen que Borsella pasó por la sala, pegó un vistazo y salió hacia la calle… solitario y en silencio)l
Alguien quiere saber cómo fueron las comidas, las charlas informales, los intercambios de literatura pura. Los platos estaban ricos y, casi siempre, abundantes. Las pocas horas de sueño (pocas, digo, por las trasnochadas) no dejaron lugar para la peña libre; pero los libros pasaron de mano en mano, que eso es lo bueno. Yo me traje unos cuantos, porque comprar los libros de amigos es un acto de solidaridad.
Esquel de otoño tiene un sol especial. Que brilla a toda hora.
Carlos Espinosa
(Falta un comentario sobre La Trochita , para otro día)